martes, 20 de marzo de 2012

“Sevilla, ¿qué te están haciendo?”

Aquella mañana Paco Valladares había tomado en ayunas limón puro, porque cuando era locutor de continuidad de Televisión Española, a finales de los 50, le dijeron que era muy bueno. No sabía exactamente para qué, pero desde entonces es lo primero que bebía al levantarse de la cama. Uno de sus recuerdos más ácidos como actor se remonta a 1970. Aquel año representaba en el teatro Álvarez Quintero, de Sevilla,”Las mariposas son libres”, comedia romántica del escritor norteamericano Leonard Gershe. Paco Valladares interpretaba a un joven ciego que cantaba y tocaba la guitarra. Cuando apareció él en el escenario con pantaloncitos cortos y la primera actriz en bikini, un espectador escandalizado gritó: "Sevilla de mi arma, ¿pero qué te están haciendo?" Se levantó de la butaca y se marchó dando bastonazos en el suelo.
En aquel momento al actor, que sentía mucha devoción por la Virgen Macarena, se le fue el santo al cielo.
El hombre del bastón no esperó a saber que el intérprete, en la ficción, fuera hijo de una madre que no veía con buenos ojos su relación con una joven libre y divorciada. También  ignoraba que el título de la  comedia lo tomó el autor de este hermoso párrafo de Charles Dickens: “Yo sólo pido ser libre. Las mariposas son libres. La humanidad seguramente no negará a H.S. lo que ha concedido a las mariposas”.

Paco Valladares dedicaba tiempo al aprendizaje de sus papeles  para no estar preocupado de la letra en el escenario o ante las cámaras, salvo imprevistos como el de antes. Estudiaba en las cafeterías, en los parques públicos y en donde hubiera gente. No le asustaba la soledad. Lo hacía por manía. Aprovechaba los intervalos de descanso para observar a las personas que tenía cerca. Pero no como aquel hombre que iba al Folies Bergere y miraba sólo a los espectadores, según cuenta el cantante francés Jean Rigaux.
Valladares, que participó, como narrador, en la película “Franco, ese hombre”, hubiera prestado su buena voz al Cid, porque era el personaje histórico al que más admiraba.