viernes, 9 de marzo de 2012

Rector de la Universidad de Sevilla

“Aguantaros si delante de vosotros me ofenden. No vais a adelantar nada defendiéndome” advirtió  a sus hijos don Julio Pérez Silva, entonces rector interino de la Universidad de Sevilla. Lo conocí en 1986 cuando en la calle quemaban su efigie. Su hijo mayor, que tenía 30 años, vivía en Suiza. El más pequeño había cumplido 9. Uno terminaba aquel curso Medicina. Le seguía el que estudiaba Biología. La niña de la casa, segundo de BUP.
Muchos alumnos fueron a verle porque se sentían molestos con los carteles que se habían difundido en Sevilla en contra de él. Don Julio les dijo: “No preocuparos. Los carteles me han hecho mucha gracia, porque el primero que que se ríe de mí soy yo.”
Llevaba 8 años de decano de la Facultad de Biología y su convivencia con los alumnos era muy buena. Los universitarios no iban contra él sino contra el hecho de haber sido impuesto como rector en vez de ser elegido.
Aquel día lo vi con 14 carpetas.

-¿Qué contienen?, le pregunté.
-Papeles de la Universidad que debo firmar para no parar la máquina universitaria. Son nóminas, sueldos, facturas, etc.
-¿Lee antes lo que firma?
-Casi no, porque me fío.
-¿Porque lo hace aquí, en su Departamento de Microbiología?
-Porque si voy al Rectorado, quizá provoque a los alumnos.
Cuando el profesor Pérez Silva quería tener más paz interior, pasaba  dos días en un pueblo de la isla de Gran Canaria que se llama Santa Lucía de Tirajana. Está en el fondo de un cráter antiquísimo. Es verde y bello. Allí nació él. Su padre era un obrero que terminó siendo encargado de obras en carreteras. En 1936, el profesor tenía 11 años y se enteró de que los de un bando persiguieron a muerte a su padre para que les entregara una gran cantidad de explosivos destinados a las obras de un túnel. Se salvó. Pero, a la semana siguiente, los del otro bando quisieron matarlo por lo mismo.  Esto sirvió de lección  al profesor Pérez Silva para no interesarse por la política.
-¿Cómo se siente?
-Soy viejo, pero no estoy viejo. Lo noto cuando juego al tenis y gano muchas veces a jóvenes de 20 años. Al profesor Clavero no le gano, porque le considero un gran maestro.
-¿Cómo son los canarios?
-Somos serenos, nobles, amigos, confiados. Lo da el clima.
-¿Para qué son los amigos?
-Para abusar de ellos. Por eso no me importa sacrificarme por los demás.
(Descanse en paz)