Guillermo Medina fue quien metió en la política a Felipe González
cuando estudiaban en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Sevilla. Se conocieron en el Instituto San Isidoro cursando el Preu.
Guillermo fue director del periódico “Informaciones de Andalucía” más de medio año: desde el 9 de diciembre de 1976, fecha en que nació el diario hasta el 22 de junio de 1977, día en que por última vez salió a la calle. Ese corto periodo de tiempo fue para el director el más intenso, difícil y crítico de toda la transición. Supuso, dice, un duro y tenso forcejeo entre la España que nacía y la minoría que quería impedirlo
-¿Cómo llegaba entonces la libertad?
-A trompicones, entre la presión de la calle y las maniobras de los sectores involucionistas.
-¿Qué era “Informaciones de Andalucía”?
-Una sorprendente mezcla de rigor periodístico y de frescura informativa, propia de una redacción tan joven como entusiasta.
Guillermo fue director del periódico “Informaciones de Andalucía” más de medio año: desde el 9 de diciembre de 1976, fecha en que nació el diario hasta el 22 de junio de 1977, día en que por última vez salió a la calle. Ese corto periodo de tiempo fue para el director el más intenso, difícil y crítico de toda la transición. Supuso, dice, un duro y tenso forcejeo entre la España que nacía y la minoría que quería impedirlo
-¿Cómo llegaba entonces la libertad?
-A trompicones, entre la presión de la calle y las maniobras de los sectores involucionistas.
-¿Qué era “Informaciones de Andalucía”?
-Una sorprendente mezcla de rigor periodístico y de frescura informativa, propia de una redacción tan joven como entusiasta.
-¿Dependíais de “Informaciones” de Madrid?
-No fuimos su sucursal. Aprovechábamos de él todo lo que queríamos,
pero a nada estábamos obligados. De “Informaciones” recibimos una forma
de entender el periodismo: “Di siempre la verdad cueste lo que
cueste, y para decirla no emplees dos palabras si puede ser dicha
claramente con una sola”.
-¿Te acuerdas de “El Correo de Andalucía” de aquellos tiempos?
-Se trataba de una cabecera que siempre me infundió respeto personal
y profesional. Sin duda contribuyó a ello la calidad de los directores
y redactores que conocí en sus distintas etapas. Era el periódico que contenía la crónica más amplia de la evolución política de Sevilla a lo largo de la transición.
-¿Y el “ ABC”?
-La importancia de “ ABC” de Sevilla y su calado en sectores de las
sociedad sevillana, que se extendió a casi toda Andalucía occidental,
no es discutible, pero su planteamiento marcadamente conservador
contrastó en aquellos años con la actitud decidida de El Correo a favor
del cambio. Y no hay que olvidar que la efervescencia política en
Andalucía se centraba en Sevilla y, mucho menos, en Granada y Málaga.
-Tú dirigiste un periódico católico.
-Dirigí un tiempo el católico YA. Por eso entiendo los difíciles
esfuerzos de los directores de El Correo por ser un periódico de todos
los católicos, no sólo de los de una tendencia política. Y por eso
siento que el primer deber de un periódico católico era ser un
periódico honesto y responsable.
-El periódico se renovó.
-Sí. Tuvo la fortuna de asistir, a partir de los años sesenta, a la
renovación de la Iglesia, con el Vaticano II, y del catolicismo
español. Vivió una de sus etapas más gloriosas, haciéndose eco de todo
ello, a la vez que impulsándolo desde sus páginas.
-¿En la pretransición?
-Antes del asesinato de Carrero Blanco en 1973, era el único diario
sevillano, y posiblemente andaluz, en lucha por ensanchar, de una forma
decidida, los márgenes de libertad. En sus páginas se recogían, con
las limitaciones de la época, las noticias de una actualidad política y
laboral muy agitada.
-¿Cómo es la prensa?
-Demasiado poderosa para que sea sólo prensa. Primero se vio como una
amenaza al poder. Después hubo periodistas que quisieron hacer de ella
un contrapoder, quizá porque contra el poder se vivía mejor. Hoy ya no
es ni el cuarto ni el primer poder: es sólo una parte del magma del
poder.
-¿En qué crees como periodista?
-En que la pretensión de ser objetivos es inseparable de la condición
ética y profesional del periodismo. Alcanzar la objetividad es un ideal
quizás inalcanzable en términos absolutos, pero perseguible desde la
honestidad y la imparcialidad.