sábado, 31 de marzo de 2012

La prensa no es ni el cuarto ni el primer poder

Guillermo Medina fue quien metió en la política a Felipe González cuando estudiaban en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla. Se conocieron  en el Instituto San Isidoro cursando el  Preu.
Guillermo fue director del periódico “Informaciones de Andalucía” más de medio año: desde el 9 de diciembre  de 1976, fecha en que nació el diario hasta el 22 de junio de 1977, día en que por última vez salió a la calle. Ese corto periodo de tiempo fue para el director  el más intenso, difícil y crítico de toda la transición. Supuso, dice, un duro y tenso forcejeo entre la España que nacía y la minoría que quería impedirlo
-¿Cómo llegaba entonces la  libertad?
-A trompicones, entre la presión de la calle y las maniobras de los sectores involucionistas.
-¿Qué era “Informaciones de Andalucía”?
-Una  sorprendente mezcla de rigor periodístico y de frescura informativa, propia de una redacción tan joven como entusiasta.  

-¿Dependíais  de “Informaciones” de Madrid?
-No fuimos su sucursal.  Aprovechábamos de él todo lo que queríamos, pero a nada estábamos obligados. De “Informaciones” recibimos una forma de entender  el periodismo: “Di siempre la verdad  cueste lo que cueste, y para decirla no emplees  dos palabras si puede ser dicha claramente con una sola”.
-¿Te acuerdas de “El Correo de Andalucía” de aquellos tiempos?
-Se  trataba  de una cabecera que siempre me infundió respeto personal y profesional. Sin duda contribuyó a ello la calidad de los directores y redactores que conocí en sus distintas etapas.  Era el periódico que contenía  la crónica más amplia de la evolución política de Sevilla a lo largo de la transición.
-¿Y el “ ABC”?
-La importancia de “ ABC”  de Sevilla y su calado en sectores de las sociedad sevillana, que se extendió a casi toda Andalucía occidental,  no es discutible, pero su planteamiento marcadamente conservador contrastó en aquellos años con la actitud decidida de El Correo a favor del cambio. Y no hay que olvidar que la efervescencia política en Andalucía se centraba en Sevilla y, mucho menos, en Granada y Málaga.
-Tú dirigiste un periódico católico.
-Dirigí un tiempo el católico YA. Por eso entiendo  los difíciles esfuerzos de los directores de El Correo  por ser un periódico de todos los católicos, no sólo de los de una tendencia política. Y por eso siento que el primer deber de un periódico católico era ser un periódico honesto y responsable.
-El  periódico se renovó.
-Sí. Tuvo la fortuna de asistir,  a  partir de los años sesenta,  a la renovación de la Iglesia, con el Vaticano II, y del catolicismo español. Vivió una de sus etapas más gloriosas,  haciéndose eco de todo ello, a la vez que impulsándolo desde sus páginas.
-¿En la pretransición?
-Antes del asesinato de Carrero Blanco en 1973, era el único diario sevillano, y posiblemente andaluz, en lucha por ensanchar, de una forma decidida,  los márgenes de libertad. En sus páginas se recogían, con las limitaciones de la época, las noticias de una actualidad política y laboral muy agitada.
-¿Cómo es la  prensa?
 -Demasiado  poderosa para que sea sólo prensa. Primero se vio como una amenaza al poder. Después hubo periodistas que quisieron hacer de ella un contrapoder, quizá porque contra el poder se vivía mejor. Hoy ya no es ni el cuarto ni el primer poder: es sólo una parte del magma del  poder.
-¿En qué crees como periodista?
-En que la pretensión de ser objetivos es inseparable de la condición ética y profesional del periodismo. Alcanzar la objetividad es un ideal quizás inalcanzable en términos absolutos, pero perseguible desde la honestidad y la imparcialidad.