lunes, 5 de marzo de 2012

Capileira mágica

Jaime Avilés, sobre
acuarela de Capileira,
obra de María
Jesús González






Su madre rompió aguas cuando iba de paquete en una moto. Poco después, en Dos Hermanas,  tuvo lugar el nacimiento de un niño, predestinado a ser muy alto. Le  impusieron el nombre de Jaime. Se apellida Avilés Campos. Su padre, entre otros quehaceres, también se dedicaba a llevar  toros  desde las  Marismas del Guadalquivir hasta la Venta de Antequera donde se hacía el sorteo, antes de que se lidiasen en la Real Maestranza.
Jaime tiene cuarenta y tantos años. Aquella mañana  había subido, como todos los días, a la montaña durante una hora. La baja  en treinta minutos. Es pintor. Vive a los pies  del Veleta, en Capileira, un pueblo de la Alpujarra  a 1.426 metros de altitud. Le conocí en la galería de arte Paco Bravo. Allí  me  invitó a un té japonés y le escuché decir con tristeza: “Paco empezó a enfermar en Nepal. Tiene cáncer.” Después comentó que había mucha similitud entre las aldeas nepalíes y la Alpujarra. Son mágicas y con vistas increíbles. El llegó a Capilleira en 1994, con su hija de tres años que padecía alergia, porque un médico de Sevilla recomendó a la familia esta saludable zona para la pequeña.  

Cuando viajó a la tierra  de los mil lagos para pintar,  descubrió que  Finlandia  es un paraíso verde y el único  lugar del mundo donde se puede encontrar el verde más agresivo.  Allí nació y vivió el pintor que más admira: Pekk Halonen.Aunque murió  en 1933, permanece viva su manera de entender la evolución del color durante el día y su entrega a la naturaleza. En ocasiones llegó a pintar en la nieve a cincuenta grados bajo cero.
Me dice Jaime que si él lanzara al mar una botella con un mensaje dentro,  desearía que el que la encuentre lograse  una vida tan plena como la suya, porque todo  ser humano se merece esa oportunidad.
-¿Qué refleja tu obra?
-Lo que está  estrechamente relacionado con lo que vivo, por eso pinto tanto la Naturaleza. Extraigo de ella  toda la energía que preciso  para continuar viviendo y todo el paraíso que necesito para continuar soñando.
-¿Has pintado a tu madre?
-Sí. Subiendo las montañas; las montañas nevadas de sus sueños. Pisar  las altas nieves es  como andar por encima de las nubes, más cerca del cielo.
-¿Cómo son las noches en Capileira?
-Dulces cuando no existen temores en el corazón.