viernes, 10 de febrero de 2012

Sutiles conexiones en un cuarto de baño


Víctor Barrera pensó en la decapitación. No cuando metió la cabeza en el coche para ver de cerca al actor y cantante Luís Mariano, sino cuando éste subió con rapidez el cristal de la ventanilla. .El percance no mermó sus deseos de ser actor de cine. Ya había actuado de extra en películas rodadas en Carmona, su pueblo. Trabajó con Sara Montiel. La actriz le contó el aprecio que sentía por Sevilla y que un hermano suyo murió de tuberculosis en el sanatorio de “El Tomillar”. También intervino en films con Lina Morgan, Pier Angelli, y Elsa Martinelli. 
Días antes de que comenzara el rodaje de su película “Los invitados” sobre los cinco crimenes de Los Galindos, le enseñé el libro que sobre el mismo tema había escrito el periodista Pérez Abellán. Lo hojeaba sin interés hasta que al llegar a la página 36 puso su dedo índice sobre una foto y comentó:
-Fíjate lo que se parece éste a Montgomery Cliff.
-Pues sobré él, le dije, se rumoreó que había matado a los cuatro y después se suicidó. El abogado Manuel Toro se encargó de defender su memoria, su pasado honrado.
-Manolo Toro y yo fuimos condiscípulos en la Facultad de Derecho.
-¿Ejerciste la abogacía?
-Sí. Y en mis tiempos de abogado en Venezuela defendí a unos indios, acusados de dar muerte a tres misioneros franceses. Logré que fueran absueltos.
-¿Eran inocentes?
-Los indios cuando se desbordaba el Amazonas tenían la costumbre, para ellos buena, de matar a niños, enfermos y ancianos para que no sufrieran. Así que quitaron la vida a los misioneros.
-¿Eran muy viejos?
-El mayor había cumplido 26 años, pero como los tres  tenían barbas, los indios creyeron que eran ancianos.
-Te propongo que abras el libro de tus recuerdos y me cuentes el más increible, pero cierto.
-Yo presencié en un hotel de Caracas el encuentro entre Fidel Castro y el padre Alberto, jesuita, que había sido profesor del estadista cubano.Tuvo lugar en el cuarto de baño del establecimientro. El jesuita se sentó en un bidet y Fidel en la tapa del inodoro.
-¿Y tú?
-Yo me encargué de no dejar de entrar a nadie. 
-¿No quería Castro que lo vieran con un sacerdote?
-Es que el hotel estaba repleto de gente.
-¿Y ocurrió lo esperado?
-El jesuita consiguió que Fidel pusiera en libertad a un hermano suyo que estaba en la cárcel.