-Cuénteme un cuento, don Santiago.
-Había una vez un niño llamado Santiago Genovés que cuando empezó la guerra civil en España, matándose unos a otros, tenía casi doce años. Cuando acabó la guerra condenaron a muerte a su padre y el niño se tuvo que marchar a Estados Unidos y su madre, su hermana y su hermano se fueron a México.
-¿Y qué hizo el niño?
-El niño, que estaba siempre muy triste en Estados Unidos, se dedicó a estudiar mucho y ganó un concurso literario que se llamaba “¿Qué significa el tío Sam para ti?” Después se fue a México. Había comenzado la guerra europea. Su familia estaba deshecha y sin dinero y su padre continuaba condenado a muerte en España.
-Había una vez un niño llamado Santiago Genovés que cuando empezó la guerra civil en España, matándose unos a otros, tenía casi doce años. Cuando acabó la guerra condenaron a muerte a su padre y el niño se tuvo que marchar a Estados Unidos y su madre, su hermana y su hermano se fueron a México.
-¿Y qué hizo el niño?
-El niño, que estaba siempre muy triste en Estados Unidos, se dedicó a estudiar mucho y ganó un concurso literario que se llamaba “¿Qué significa el tío Sam para ti?” Después se fue a México. Había comenzado la guerra europea. Su familia estaba deshecha y sin dinero y su padre continuaba condenado a muerte en España.
-¿Sabría el protagonista del cuento acabar con las guerras?
-Pondría
a los militares unas alpargatas y el vestido más feo del mundo. Porque
los militares de todo el universo están muy guapos vestidos, sobre
todo, cuando a los veinte y pocos años se ponen esos uniformes tan
atractivos. ¡A ver cuántos se hacían militares si les pusieran
alpargatas!
-¿Respetaba el pequeño Santiago Genoves a los demás?
-Sí,
porque compadecía al jorobado, al tartamudo y al enano, tanto en
sentido real como metafórico. Lo que no hacía era hacer gimnasia con el
jorobado, hablar con el tartamudo y correr con el enano, porque no
sería el modo de entenderlos, quererlos y ayudarlos.
-¿Qué hizo de mayor?
-Estudió
Antropología. Se convirtió en un investigador muy serio en Inglaterra y
se especializó sobre guerras, angustia y agresión. Se casó con una
francesa muy guapa y muy inteligente que era dentista y tuvieron un
hijo.
-¿Nace el hombre agresivo?
-Lo hacen así las
circunstancias. Nada más común ni más cómodo que atribuir a la fuerza
lo que procede de la propia debilidad, decía Paul Valery.
-¿Cuántas especies de hombres hay?
-Un filósofo griego decía que tres: los vivos, los muertos y los que se van al mar.
-¿Qué recuerda de la “balsa del sexo” que usted flotó?
-La
ha llamado usted mal. Fue más bien un proyecto de paz, un estudio de
comportamiento. Fue la primera balsa que, con nueve personas a bordo,
va de África hasta México en 101 días, equiparables a doce o quince
años de vida normal.
-¿Prepara algo ahora?
-No lo sé y si lo supiera no se lo diría. Prefiero realizar las cosas y luego hablar de ellas.