martes, 17 de enero de 2012

Fraga se afeitaba con vino

“Yo, que soy el mayor de doce hermanos, sé lo que es salir adelante con dificultades y sé, incluso, lo que es pasar hambre. Y cuando digo hambre lo digo en el sentido estricto de la palabra” confesó Manuel Fraga a Salvador Pániker en 1968. Aquel año era ministro de Información y Turismo y, paradójicamente, había adelgazado 15 kilos a base de comer menos y de media hora diaria de gimnasia.
España tenía entonces 32 millones de habitantes, incluido Franco, y 12.000 presos, incluido Marcelino Camacho.
Fraga ingresó en Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional en 1957 y cinco años más tarde el dictador le encomendó el citado ministerio.
Cuando murió Franco, Fraga se movió, pero tuvo más fracasos que éxitos.
“Había un excesivo y extraño interés por jubilarlo por quienes aspiraban a sucederle en el Partido Popular cuando todavía en España no se había llegado a tener que fabricar líderes por computadora” Esto lo dijo una persona de su misma edad que lo conoció en el campamento de La Granja cuando hacían el servicio militar en las Milicias Universitarias.
Me refiero a Fernando Álvarez de Miranda, que llegaría a ser presidente del Congreso de los Diputados. Como compartían la misma tienda de campaña lo veía afeitarse diariamente con la ración de vino que le correspondía, porque en el campamento escaseaba el agua. Era el que más madrugaba para llegar a la formación en perfecto estado de revista .y ser el primero en todo.
Álvarez de Miranda, que no pensaba como él, fue deportado por el gobierno franquista en 1962 a Fuerteventura por haber asistido al Congreso del Movimiento Europeo en Munich, en el que participaron más de un centenar de españoles, en representación de los muchos que se oponían al régimen de Franco. Allí llegaron a la conclusión de que el Gobierno español debería basarse en el consentimiento de los gobernados. La idea disgustó al Gobierno y originó un gran pitorreo por parte de los falangistas. Estos que se sentían muy seguros decían que “lo único que nos pueden hacer en Munich es cerveza”. Y llamaban contubernio al congreso. El asunto se desbordó y el dictador, a las pocas semanas, les quitó parte de la seguridad haciendo ministro de Información y Turismo al compañero de tienda de Álvarez Miranda. En la primera rueda de prensa que celebró Fraga le preguntaron por los deportados con motivo de la reunión en la capital bávara. “Están alejados para protegerlos de la justa indignación popular”, contestó. Nadie se lo creyó. Dieciocho años más tarde escribió sobre el famoso contubernio. Vino a decir que al amparo de un congreso internacional se reunieron cristianos y ateos, republicanos y sedicentes monárquicos, capitalistas y seudotrabajadores con el propósito de traer de nuevo la República que tan trágicos resultados trajo.
Cuando en 1969 dejó de ser ministro, en la toma de posesión de su sucesor, éste se refirió al aspecto demacrado de Fraga, como fruto de lo mucho que había trabajado. El hombre ignoraba que Fraga había perdido su robustez porque se había sometido a una dieta de adelgazamiento
Fraga, que enseñó a leer a su padre, presentó a Santiago Carrillo como conferenciante en el Club Siglo XXI, a finales de 1979. El ex líder comunista leyó la cartilla al suyo sin piedad. ¡Cosas de familia y de política!