martes, 27 de diciembre de 2011

Un médico con chaqué

Estuvo presente en la exhumación de sor Ángela de la Cruz, de doña María Coronel y en la de don Miguel de Mañara. El doctor don Eloy Domínguez-Rodiño se emocionó al ver la cara momificada de sor Ángela, porque en aquel momento evocó la mañana en que su padre y su madre volvían de su entierro. Y se conmovió al ver a la monja doña Maria Coronel con lesiones en el rostro, como consecuencia de haberse arrojado aceite hirviendo para que dejara de acosarla el rey don Pedro I el Cruel.
-¿Y don Miguel de Mañara?
-Este se salió con la suya: estaba convertido en tierra. Había dispuesto en su testamento que su cuerpo fuera a la tierra, su madre, y a los gusanos, sus hermanos.
-¿Cómo es su fe?, don Eloy.
-Tengo la fe del carbonero. Creo que la fe tiene que ser así. Yo soy creyente a machamartillo.
A pesar de lo dicho, don Eloy se levanta, coge una estatuilla de su biblioteca y, como si me hablara de un ser querido, me la presenta: “Este es Quirón, el dios de la medicina, con cabeza y torso de humano y el resto de caballo. A este centauro se le confió la educación de Asclepios, que era hijo de un dios y de una mortal".

-¿Qué tiene Quirón en el anca derecha?
-Una herida, que él no puede curar, lo cual indica que la medicina es eterna, porque el propio dios de la medicina es incapaz de curarse así mismo.
-¿Es el regalo de algún paciente?
-Al centauro Quirón lo compré en Grecia. Los clientes me regalan perritos hechos en toda clase de materiales, porque saben que los colecciono.
El padre de don Eloy, que también era médico, envió a Madrid a un paciente que padecía anemia perniciosa para que lo viera don Gregorio Marañón. Cuando regresó el enfermo a Sevilla era portador de una carta cerrada de don Gregorio que decía: “Pobre hombre, condenado a morir sin remedio.” Pasados unos meses el enfermo se agravó. Y entonces el padre de don Eloy decide aplicarle lo que comenzaba a hacerse en Norteamérica: la hepatoterapia. Consistía entonces en dar de comer al paciente hígado crudo.
-¿Se curó o se murió de asco?
-No sólo se curó sino que vivió unos años más y se permitió el lujo de morir de una caída jugando al polo. Es el primer caso de anemia perniciosa que se cura en Sevilla.
-Elija un siglo para nuestra ciudad.
-El XVII. Se podía uno encontrar con Martínez Montañez, con Juan de Mesa o con don Miguel de Mañara. Podías ver en El Arenal la llegada de una flota de Indias. Y en cuanto a la medicina, todo lo que entonces era superstición se iba a convertir en ciencia.
-¿Cómo se llama su gran filósofo?
-Jardiel Poncela, para quien la medicina era el arte de acompañar con palabras griegas al enfermo hasta al sepulcro. Se lo escuché en una conferencia que dio en el Ateneo.
-¿Se acuerda de lo que hizo usted la víspera de su boda?
-Me acordaré siempre. No de la víspera sino de la misma mañana de mi boda. Tuve que asistir en la calle Águilas a una enferma que estaba muy grave. Fui con el chaqué puesto, momentos antes de dirigirme a la iglesia para casarme.