Cuando Lilyane Drillon era muy
joven se ganaba la vida como profesora de Letras en Nancy. Sus padres
no la dejaban ir a Paris, donde se encontraba su gran meta: el teatro.
A falta de Paris, se vinculó al Festival Internacional de Teatro de
Nancy. Su tarea consistía en atender a las compañías extranjeras que
acudían al certamen. Allí conoció al Grupo Lebrijano con el que estaba
vinculado Salvador Távora. Desde entonces el grupo teatral La Cuadra
forma parte de su vida en el sentido profesional, pero no como una
profesión al uso, sino pasionalmente. Para ella más que un trabajo es
una forma de vida, en la que se intenta guardar el equilibrio entre lo
que se hace, lo que se dice y cómo se vive. Es ayudante de dirección,
negocia los contratos y durante las giras se ocupa del dinero y de
otros menesteres.
A Lilyane no le costó trabajo irse de Nancy
porque la consideraba una ciudad provinciana, conservadora y aburrida,
donde uno de los escasos acontecimientos era las dos semanas que duraba
el Festival Internacional. En Nancy dejó a sus padres, muy ancianos, y
a su gato que se llamaba Chatterton, que es el título de la única obra
de teatro que escribió Alfredo de Vigny.
Lylyane nació en Alsacia.
Mide descalza 1,75. Tiene los ojos verdes. Por la muerte siente rabia
y, a la vez, atracción. Sueña que se cae y se ve perseguida por
animales con patas como las de los bogavantes y por arañas y bichos
que, cuando está despierta, le dan mucho repelús. Necesita cierto orden
para poder tener el espíritu libre y no pensar en cosas molestas...
Gracias
a La Cuadra está cerca del arte, lo cual es un privilegio para ella.
Considera a Salvador Távora un genio. Sus ideas teatrales le fascinan.
Se considera bastante escéptica. No le importa camuflar su
escepticismo con una especie de vitalidad, pues es la única forma de
poder vivir.