martes, 20 de diciembre de 2011

Sueña muertes

Charo Reina distribuía por su cara una crema hidratante ante el espejo de su camerino, en el Álvarez Quintero. Faltaba una hora para salir a escena. Después se rasgó más los ojos a base de sombras.
Aquel día había desayunado café con leche y, a la hora de comer, tomó lo mismo. Era lo único que le aguantaba el estómago.
Cuando se encuentra contenta está más delgada que cuando se siente preocupada. Sus penas han llegado a pesar cien hilos. En esta ocasión, no sobrepasaba los sesenta y tres. Buena señal.
La primera vez que usó el amarillo en escena, sufrió una caída. Y la segunda, se quedó sin voz.
Charo cree en los gafes y está segura de que en el teatro abundan las personas que traen a otras mala suerte.
Le parece que ella ha llorado cuando estaba en el vientre de su madre porque sueña lo que va a ocurrir. Sueña muertes. Un escalofrío. Nunca las cuenta antes de que sucedan.
Dice que soñó que su hija no nacía viva.

Soñó que estaba en el ensayo general de “Un drama en el quinto piso” y le comunicaron la muerte de su compañero y gran amigo Pepe Da Rosa. Y así fue.
En sueños contempló un Madrid vacío y vio un coche de caballo con el féretro de Enrique Tierno Galván. El sueño lo tuvo una semana antes de que falleciera el que fue admirado alcalde de Madrid.
Se deja leer las manos. Confiesa que en sus manos estaba escrita la muerte de su hija, el nacimiento de su hijo y el que su matrimonio no llegara a buen término.
Es una persona que le gusta ser dominada, pero no quieren que la utilicen. Necesita mucho cariño, mucha comprensión y mucha ayuda, porque cree que es un ser muy débil.
-¿Qué va a hacer con esa pastilla?, le pregunté.
-Tomármela, porque me duele la cabeza.
-¿Se ha fijado en la pastilla?, insistí.
-¡Por Dios! ¡Es amarilla!
Aquella tarde Charo no se sentía princesa, más bien Reina.