martes, 18 de octubre de 2011

Hasta tres veces al día

Vivía clandestinamente en Madrid. Aquel día no tenía motivos para sentir miedo. Era el 24 de junio de 1972.Comprobó que llevaba consigo la documentación falsa que le acreditaba como Jesús Sánchez. Se dirigió a Pozuelo de Alarcón. Sus amigos le esperaban en el convento de los Padres Oblatos, donde pensaban celebrar una reunión. Alguien se fue de la lengua y la Policía detuvo a los diez. Cuarenta y ocho horas después miembros de la Brigada Político Social descubrieron que Jesús Sánchez era Eduardo Saborido Galán, natural de Sevilla y  dirigente nacional de Comisiones Obreras. 
En esta ocasión no ocurrió en Madrid lo que sucedió en enero de 1967 en Sevilla. A las pocas horas de ser detenido Saborido, una manifestación multitudinaria pedía su libertad. Al día siguiente llovió mucho; los obreros, desafiando al agua y a otros elementos,  salieron a la calle reclamando lo mismo. Los agentes del orden, con gran pericia, los dispersaron. Ya entonces el que era jefe superior de Policía de Sevilla  dirigió un informe al siniestro Tribunal de  de Orden Público (TOP), en el  que  expresaba su impotencia ante el fenómeno de solidaridad obrera que se daba con Eduardo Saborido. 

El TOP lo procesó. El suyo fue el primer procesamiento a  un dirigente de Comisiones Obreras. El TOP era una jurisdicción especial con carácter represivo creada a finales de 1963 para reprimir precisamente los derechos fundamentales que están recogidos en  nuestra Constitución. El TOP duró  hasta que el gobierno de Adolfo Suárez  dijo ¡basta! el  6 de enero de 1977, festividad de los Reyes Magos. De la infancia de Eduardo Saborido sé que  a los ocho años repartió a domicilio el diario “Sevilla”, que era del glorioso Movimiento Nacional. 
Es de justicia reconocer que el niño no demostró apego al citado periódico,  pues, con once años trabajó para un abogado republicano por cien pesetas mensuales. De mayor leyó y lee mucho. En una de las cárceles que le albergó leyó a Valle Inclán. Sintió alegría por haberlo descubierto y pena  por haber sido tan tarde.
A Eduardo no le desagrada hacer visitas. Hasta tres veces al día iba al cuartel de la Guardia Civil en Santiago de la Espada, un pueblo de Jaén, a 1.300 metros de altitud. Hasta allí le desterraron cuando el primer estado de excepción, en 1969.
Me ha contado un secreto: “Uno de los  abuelos de Santiago Carrillo era sevillano y le gustaba bastante el vino. Seguro de que de ahí le viene esa vena imaginativa y creadora.”