lunes, 3 de octubre de 2011

El dictador, su capellán y el Mundo Obrero

Franco encomendó a su capellán personal,  don José María Bulart,  una tarea extraña. Pregunte usted, le dijo,  al que quiera confesarse antes de ser ejecutado qué es lo que le motivó a tener tanto odio y a matar  de esa manera tan cruel a  mucha gente.
El capellán cumplió el trabajo encomendado con este resultado, contado por Carmen Franco a Jesús Palacios y Stanley G.Payne: “Había una  declaración común en los pecados de aquellas personas. Decían que lo que más le había influido era el Mundo Obrero, el periódico comunista". Y hubo unos que decían: “Que mis hijos no lean el Mundo Obrero”. "Eso se le quedó marcado a mi padre. Que la libertad de prensa hace mucho daño. Luego, cuando Fraga, ya comprendió, hicieron la libertad de prensa muy matizada. Mi padre ya veía que toda la gente joven era de esa opinión, de que cada cual había decir  lo que pensara y lo que quisiera”.

Don José María Bulard fue nombrado capellán  personal  del dictador cuatro meses después de que éste,  el 1 de abril de 1939,  escribiese  y firmase en la cama, porque se encontraba indispuesto, aquello de: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo…” Y acompañó a Franco hasta su muerte. Cuando se encontraba hospitalizado el dictador, don  José María Bulard no era del agrado del marqués de Villaverde, quien le llegó a decir que se marchara porque la presencia de un sacerdote pone nervioso, según contó el doctor Gil.
Ni el dictador ni su capellán tenían la discreción de los constructores de catedrales, tan frecuentadas por los dos. Ellos sabían que también frecuentaban los templos  lectores de Mundo Obrero. Se  quedaban dentro encerrados para que los  que oficialmente rezaban dejasen de atropellar los derechos humanos.
Cuando en octubre de 1974  Felipe González pasó una noche detenido en las dependencias de la  Jefatura Superior de Policía, en Sevilla, un agente le ofreció un ejemplar de  Mundo Obrero que estaba secuestrado. El ofrecimiento desagradó al líder socialista. Horas antes le habían interrogado. “¿Dónde estuvo usted el día…?”  “En Alemania, con Willy Brandt”. “¿Con quien comió el pasado mes de septiembre?” “Con Miterrand.”  “¿Qué hizo en Portugal?” “Me reuní con Mario Soares”. “¿Y después?”  “Estuve con Olof Palme”. Uno de los policías que le interrogaba dijo a otro compañero: Cualquier día vamos a tener que pedir trabajo a este hombre.