lunes, 10 de octubre de 2011

20-N Viene el caimán, viene el caimán…

Durante la postguerra el cineasta Basilio Martín Patino fue un niño de derecha que comía pan blanco y al que no le faltaba chorizo y demás alimentos, porque vivía en Salamanca, que era uno de los sitios más afortunados en este sentido. Al final de los Años 70 le contaron que él figuraba en la lista negra de Televisión Española como peligroso comunista infiltrado.
Estuvo unos días en la cárcel, porque se negó a pagar una multa que le  impusieron por asistir a un acto de homenaje a Miguel Hernández, en compañía de Dionisio Ridruejo, Armando López Salinas, Alfonso Sastre y Caballero Bonald y otros.
Su película "Canciones para después de una guerra" estuvo prohibida durante cinco años. El cineasta salmantino se sentía molesto porque eran  pocos los que analizaban su film como cine espectáculo y muchos los que se fijaban  más en la anécdota de la prohibición.
-Lo siento. ¿Durante el tiempo que estuvo  prohibida su  película  cuántos gobiernos franquistas la vieron?
-El gobierno en pleno de Carrero Blanco así como el primer gobierno y el segundo del presidente Arias, porque habitualmente los ministros se reunían una vez a la semana en la Dirección General de Cinematografía para ver películas que normalmente no veían los españoles.

─¿Cómo sentó su película a los ministros?
─Tengo entendido que se lo pasaron en grande. Incluso, a través del director general de Cinematografía, me felicitaron. ¡Qué cinismo! La tenían prohibida y encima me felicitaban.
-¿Qué haría con algunas de las letras de las 40 canciones  que se oyen en su película?
-Las llevaría a más de un psiquiatra para que las estudiaran,  con el fin de que averiguaran por qué se cantaban. Son letras patosas, pero al mismo tiempo llenas de significados extraños. Por ejemplo, las letras de "La gallina patanata", la de "La vaca lechera" y otras más son absurdas...
─¿Por qué termina su film con "Se va el caimán, se va el caimán"?
─Porque es una canción festiva y picaresca. Todavía no sé por qué molestó tanto esta canción al Gobierno. Cuando la vio Torcuato Fernández Miranda dijo que resultaba extraño que alguien se sintiera aludido por esta canción. Es como si una persona que fuera por la calle, volviese la cabeza al escuchar la palabra "idiota".
─¿Conoce usted los sótanos de la Dirección General de Seguridad?
─Sí, por una tontería: por asistir pacíficamente a una manifestación en contra de los bombardeos en el Vietnam. Fui en plan de observador. Estaba paseando por la calle Serrano y escuché decir  "¡Al melenas!". Yo entonces llevaba el pelo bastante largo. De pronto, unas manotas me cogieron y me echaron en un coche policial, sin preguntarme nada, ni por mi nombre. Después de pasar tres días en los calabozos me preguntaron quién era. Era  la peripecia de cualquier español en aquellos tiempos.