miércoles, 14 de septiembre de 2011

La estilográfica de Felipe González

Cristobal Martinez Bordiú, mejor médico que yerno, que ya es decir,  intuía ue el final de su suegro estaba cercano. Por este motivo y para que nadie se le adelantara,  brindó con champan, en un restaurante de Madrid,  por el futuro  rey de España don Alfonso XIV y por su hija Carmen, a la que consideraba  la princesa más bella de Europa, según aseguran los historiadores. Tuvieron que pasar días y noches para que con cierto júbilo se produjera en  nuestro país un descorche casi nacional del espumoso vino con motivo de la muerte del dictador. Aquella madrugada del 20 de noviembre de 1975 no apareció Alfonso XIV por ninguna callejuela de nuestra historia ni por el palacio de El Pardo, a pesar de que allí se encontraba la mejor bodega de España.
-Felipe, ¿cómo es tu relación con el rey Juan Carlos? ¿Le dices majestad?

-Mi relación con el Jefe del Estado es siempre bastante directa, bastante cordial y bastante humana, y no ha conllevado un tratamiento demasiado protocolario. Yo siempre le he hablado de usted o le he dicho señor o algo similar que nunca ha sido majestad.
-¿Perdura aún el llamado “efecto González”?
-Sí, Juan. Perdura incluso en la medida en que hay más distancia en el tiempo y la gente olvida las meteduras de pata de uno y se queda con lo bueno.
-¿Dónde lo percibes más?
-En la calle, en los ciudadanos, que al final es lo que importa. Esto es lo que me produce satisfacción. Pero en el mundo de la “opinión publicada” y de la política no es tan claro.
-¿Conservas la pluma con la que firmaste el Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas en el  Palacio Real? 
-Sí, en una colección de plumas que tengo. Algunas son muy antiguas.
-Venga.
-¿Cultivas un jardín?
-Sí.
-¿Acaricias a un perro dormido?
-Pues también.
-¿Agradeces que existan la música y los libros?
-Sí, sobre todo los libros. Tengo poco oído musical, salvo que me apasionan el flamenco y el jazz.
-En el censo de los justos también están los que prefieren que los demás tengan razón.
-Ahí no estoy yo. Pero sí me encuentro entre los que creen en el diálogo y por tanto tratan de comprender lo que dice el otro.
-¿Cómo te llevaste con la Iglesia Católica, siendo Presidente?
-Bien. Probablemente porque nunca he entrado en cuestiones de fe.
-¿Y el Vaticano de ahora?
-Se está equivocando. La Iglesia Católica no acierta en su proyección como institución influyente, o muy influyente, en la sociedad española.