miércoles, 31 de agosto de 2011

A la salida de un entierro

Juan Álvarez Ossorio
El profesor Ruiz Lagos sabía que su amigo Emilio Lemos, de 82 años, tenía hecho testamento, pero desconocía  cómo deseaba  ser enterrado. Los dos habían asistido al sepelio de Juan Álvarez Ossorio, último presidente  de las  Juntas Liberalistas de Andalucía. Vieron cómo entró en la iglesia el féretro sin bandera. Pensaban  que así debe presentarse un hombre ante Dios. Después fue cubierto con la bandera andaluza cuando los amigos lo llevaban a hombros.
 “Afortunadamente Juan ha sido enterrado como había querido. Después de 50  años de lucha se ha ganado a pulso dos metros de tierra en Andalucía y ser cubierto con la bandera andaluza” comentó Lemos a su amigo. Advirtieron las ausencias. Ni la Diputación ni el Ayuntamiento habían estado representados sabiendo que Juan Álvarez Ossorio fue depurado como funcionario por el régimen franquista. Esperaban  un reconocimiento de la ciudad a la que sirvió.
Con estos pensamientos llevó Ruiz Lagos a Emilio Lemos hasta el número 7 de la calle Ortiz de Zúñiga, una casa del siglo XIX  donde vive el viejo luchador. Tiene tres plantas y 20 habitaciones. Hace siete siglos vivió allí un funcionario árabe que trabajaba en  los Reales Alcázares
Ruiz Lagos fue director del Instituto San Isidoro, experiencia que le abrió los ojos a la realidad y le transformó personalmente. Se vio como una  buena persona intentando comprender a la gente. Le tocó realizar  lo primero que se hacía en un centro docente: izó la bandera andaluza en el Instituto y colocó el retrato del rey, pintado por Eduardo Acosta. Después como  catedrático de Literatura en la Escuela de Magisterio de Sevilla un día le vi explicar a sus alumnos el paisaje de la  costa de la provincia de Cádiz, concretamente el castillo de Hércules sobre la playa de Chiclana. Y les  habló de  las gentes  que hacen cerámica, de las que pisan  la uva, de las  que varean  la aceituna y de las  que pescan en Bonanza.
Juan Álvarez Ossorio conoció a Blas Infante en 1920. Aquel año le visitó en compañía de José Maria Osuna y Jiménez Tirado para atraerlo al partido socialista pues era un buen elemento: notario, licenciado  en Filosofía y Letras y con menos de treinta años. Charlaron y  a la salida comprendieron que  Blas Infante los había captado. .