lunes, 18 de julio de 2011

Vélez Nieto ha enterrado a más de uno

Como  me resultaba sospechoso su cargo, dije a  Francisco Vélez Nieto, Encargado General de Itálica ¿avanzas o retrocedes? Sin dudarlo, contestó  que lo suyo era partir, siempre partir, porque la vuelta  está segura.
-¿En qué estación adquiriste el billete de  regreso?
-En la de mi infancia, mientras aprendía, con mi padre a ser carpintero, que fue mi primer oficio.
-Perdona ahora mi curiosidad, ¿has sido también sepulturero?
-Quizá haya enterrado a más de uno, como crítico literario.
-¿Qué haces como Encargado General de Itálica?
-Cuido las piedras de la patria chica de Trajano y Adriano. Como verás,  mi  oficio es todo lo contrario a trabajar en una fábrica de armas.
-¿Forma parte de tu tarea  poner rosas frescas en las huellas que dejaron Trajano y Adriano?
-No. Las rosas no deben cortarse. Es  mejor que nazcan y mueran en el rosal.
Francisco Vélez Nieto acababa de sufrir, sin graves consecuencias, una invasión de recuerdos. Le gustaron. Los ordenó. Y para que  no se lo escaparan los metió, sin lastimarlos,  en un libro que no tiene nombre de inteligencia sino de “Memoria ante el espejo”.

-¿Quién contabiliza tus arrugas?
-El espejo mientras me afeito. Es mi ángel de la guarda.
-¿Le hablas?
-En alemán, inglés, italiano, francés y castellano. Por algo fui intérprete.
-¿Sabe el espejo cuántos hijos tiene?
-Sí. Ninguno.
-¿Conoce el número exacto de tus poemas?
-Cientos.
-¿Han crecido entre trigos o entre humos?
-Entre el asfalto, el campo, la desilusión y el amor.
-¿Qué has regalado últimamente a tu legítima esposa?
-Un collar para que abrace su cuello, sin que le pueda herir. Espero  que sepa ella, desde dentro del collar,  lo que la quiero.
-¿En qué idioma discutes con ella?
-En español,  pero uso el alemán para palabras fuertes como “silencio; esto no puede ser”, porque suena muy contundente para una alemana.
-¿Se descubre algo interesante en Itálica de vez en cuando?
-Los arquitectos descubrieron hace unos días un mosaico de 2.200 años antes de Cristo.
-¿Y tú?
-Yo descubro cada día  la puesta de sol y el atardecer.