sábado, 9 de julio de 2011

Lo ideal: que el periódico sirviera también para domesticar a los hombres

─¿Cuántos minutos diarios aparece en televisión?
─Una media de tres minutos, que me suponen unas seis horas de trabajo.
─¿Incluido el tiempo que emplea en cuidar su gesto?
─No cuido el gesto. Es una cosa instintiva. Lo que cuido son las tres últimas líneas de cada crónica.
Diciembre de 1974. Jesús Hermida, corresponsal de  Televisión Española en Nueva York pasa unos días en España para presentar “El pueblo contra Richard Nixon”. Hacía menos de cuatro meses que el  protagonista de su obra había dejado para siempre la Casa Blanca por el escándalo Watergate
─¿Le ha enviado su libro?
─No se me había ocurrido. Se lo enviaré, pero no creo que le guste. El libro no es anti-Nixon, porque Nixon pasó. Es un canto a la democracia norteamericana.
─¿De qué comentario suyo, emitido por Televisión Española, se arrepiente?
-Uno sobre Nixon. Aposté que acabaría sus días en la Casa Blanca como presidente. Estoy profundamente arrepentido de este comentario. Arrepentido bien, no mal, porque lo hice a conciencia, guiado por mi sentido de la justicia, para equilibrar lo mucho que le criticaban y le sacaban de quicio.

─¿Intervino en alguna rueda de prensa en la Casa Blanca?
─A los corresponsales extranjeros no nos está permitido hacer preguntas.
─¿Pasaban de ustedes?
─Al principio nos ignoraban de la manera más absoluta tanto Nixon como Kissinger. Después nos buscaban y te invitaban por si querías acompañar a Nixon a algún viaje. Uno no miraba a Nixon como miraba a Kennedy.
En Nueva York, Jesús  Hermida llega puntual a los sitios, lee un libro a la semana porque el sistema se lo impone, oye el disco de moda por la misma razón, asiste al teatro cada siete días, ve a sus  hijos todas las tardes, los llevas al cine los sábados y los domingos sale a patinar o a lo que sea con ellos.
─¿Qué se le ha norteamericanizado más, el estómago, la cabeza o el corazón?
─La cabeza.
─¿Lavado cerebral?
─Todo consiste en que hay unas reglas de juego que al principio te chocan, pero luego las aceptas y ves que te van muy bien.
─¿Cómo influye el sistema USA debajo de su tupé?
─En el orden puramente mental creo que me ha influido y me ha interesado mucho el sentido profundo de la autocrítica de los norteamericanos. Desde que estoy en Norteamérica me dejo criticar con mucha facilidad, siempre que me dejen criticar a mí también.
─¿Estira mucho el día?
─Todos los días tengo un rato de cháchara o de tertulia político-internacional en la ONU. También empleo mucho tiempo en las calles con el coche andando hasta llegar a casa, y, después, hijos, libros, discos, y, naturalmente, mujer y perros.
─¿Cuántos tiene?
─Dos perros.
─¿Le hacían falta?
─No... Uno de los perros me lo llevé de España, porque no quise dejar aquí parte de la familia.
─¿Ha ligado ya?
─Le he comprado un marido mejicano.
─¿Cuentan con más éxito los perros españoles que los hombres?
─Allí tienen más éxito los españoles que los animales. Lo que ocurre es que allí se ama más a los perros que en España, porque la gente está más sola y entonces el perro forma parte de su vida.
─¿Y si los perros  humedecieran los folios de una de sus crónicas?
─No pego a los perros, porque si se entera la Sociedad Protectora de Animales, vas dado... Les doy con un periódico doblado inmediatamente después de haber cometido la fechoría.
─¿Tan mala opinión tiene de los periódicos?
─Creo que domesticar a un animal es una de las muchas funciones nobles que puede tener un periódico. Lo ideal sería que también sirviera para domesticar a los hombres.