miércoles, 27 de julio de 2011

Cáscaras de piñones para la guerra química. ¡La infancia!

Hace años se distraía mucho abatiendo avefrías. La última vez que fue al arroyo que él frecuentaba, estaba casi seco. Le salió un pato y no le dio. Don José María Rodríguez de la Borbolla obtuvo el Premio Individual
de Investigación Técnica Francisco Franco en 1972. Uno de sus hijos fue presidente de la Junta de Andalucía. Trabajó en el Centro de Estudios del Tabaco y en el Instituto de la Grasa.
─¿Entran en su casa las revistas del corazón?
─Entra "Hola", pero yo la hojeo simplemente. Se compra por la muchacha que nos guisa, porque le gusta mucho esa publicación.
─¿Qué libros mete en su maleta cuando viaja?
─Uno que he leído más de 50 veces. Me refiero a "Peñas arriba", de José María de Pereda, que con don Juan Valera es uno de mis autores predilectos.
─¿El más feliz de sus días?
-El día que me casé. Mi esposa es una mujer muy buena, muy inteligente y una madre estupenda. Sus hijos le deben muchísimo.
─¿El más inteligente de sus hijos?
─Pedro.Tenía un coeficiente de inteligencia tremendo. Es muy trabajador.

─¿El bueno, bueno?
─Ángel Antonio. En Cazalla de la Sierra le llaman "el ángel de Cazalla", porque ha hecho por el pueblo todo lo que ha podido.
─¿El mayor?
─Pepe trabaja como un negro. Es buenísimo y muy inteligente.
─¿Charla con él?
─Muy poco. Está muy ocupado.
─¿Le está disculpando?
─Le estoy diciendo la verdad.
─¿Viene a verle?
─Poco... Sólo cuando juega el Betis en su campo, porque Pepe es muy bético y entonces cuando hay partido se pasa por aquí.
-¿Dónde estudió usted?
-En los Salesianos de Utrera. Estaba interno. Sufrí muchísimo, sobre todo el primer año. Me costó mucho trabajo adaptarme, porque dicen que de niño era muy casero. Me acordaba de mi familia a todas horas.
─¿Se sentía abandonado?
─No. Mis padres me visitaban una vez al mes. Pero yo, durante todo el bachillerato, no tuve ni un día de vacaciones para venir a casa.
─¿Le han traído cola esos años de internado?
─Por ejemplo, la Navidad no me supone ningún encanto y me trae sin cuidado, porque siendo niño nunca pasé en casa esta festividad.
Entró en la sala donde charlábamos Maria Teresa, la hija de don José María, con su hijo mayor, que tenía dos años y medio. El abuelo le pidió un beso. Paquito se lo dio, como un tierno regalo, en la mejilla.
─¿Un pesimista puede ser feliz?
─Podría ser feliz, pero desde luego el pesimismo es malo.
─¿Por qué lo sabe?
─Porque yo soy algo pesimista.
─¿De nacimiento?
─¡Yo que sé!
─¿Se guarda las ideas para usted?
─Soy poco comunicativo. Poco sociable. Más bien introvertido.
─¿Mucha timidez?
─Quizá. La tengo desde chico.

El 18 de julio de 1936 movilizaron a José María Rodríguez de la Borbolla Tenía 25 años. Era licenciado en Química y preparaba la tesis doctoral. La noche anterior habían asesinado a su tío Agustín Alcalá Henke, en Alcalá de Guadaira cuando se encontraba sentado de espaldas a la calle en una butaca del casino. Días después se encargó del laboratorio que habían montado en la Universidad de Sevilla, relacionado con la guerra química. Su antiguo profesor, don Francisco Yoldi Berau, le dijo:
-Estudie el asunto de las máscaras de gas, por si tenemos la desgracia de que también estalle la guerra química. Debemos fabricarlas en España, porque las pocas que hay en nuestro país son del extranjero. Necesitamos una materia, un carbón activo que absorba los gases.
Rodríguez de la Borbolla le contestó que se podría utilizar, como materia prima para la fabricación del carbón activo, la cáscara de piñón. Se machacaría, sin llegar a pulverizarla y después se quemaría y serviría para
absorber los gases. Se le ocurrió la idea de los piñones porque siendo muy niño pasó largas temporadas en la finca "Los Pinares" en Puebla del Río, donde abundaban las piñas. Le gustan los poemas de Fernando Villalón que le recuerdan las marismas del Guadalquivir adonde iba con su padre.