A sus ochenta años todavía le entristecía lo que presenció siendo un niño. Recuerda cómo se llenó de alegría el rostro del director espiritual del colegio donde estudiaba al saberse que había sido asesinado el presidente del Consejo de Ministros y líder del Partido Liberal José Canalejas, cuando miraba el escaparate de una librería.
Don José de la Peña Cámara, que fue director del Archivo de Indias, hizo la Primera Comunión en un colegio de la Doctrina Cristiana en Valladolid. Allí estudió la Primera Enseñanza y el bachillerato, con los jesuitas, como alumno gratuito. Comenta que el ambiente eclesial de aquel tiempo era bastante lamentable y la piedad, sentimentaloide.
-El director espiritual…
-No me pregunte sobre esto. Fue frustrante para mí. Me marcó para siempre.
-Franco acusó por escrito a la masonería del asesinato de Canalejas.
-¡Franco!, exclamó con estupor.
Don José de la Peña Cámara, que fue director del Archivo de Indias, hizo la Primera Comunión en un colegio de la Doctrina Cristiana en Valladolid. Allí estudió la Primera Enseñanza y el bachillerato, con los jesuitas, como alumno gratuito. Comenta que el ambiente eclesial de aquel tiempo era bastante lamentable y la piedad, sentimentaloide.
-El director espiritual…
-No me pregunte sobre esto. Fue frustrante para mí. Me marcó para siempre.
-Franco acusó por escrito a la masonería del asesinato de Canalejas.
-¡Franco!, exclamó con estupor.
-¿Cómo llamaría a este señor?
Unos segundos de silencio. Le digo si ha escuchado la pregunta.
-Sí. Es que no sé si llamar tirano o dictador a la persona a que se refiere usted.
─¿Por problemas de conciencia o de lenguaje?
─Como hoy día usamos el lenguaje para ocultar cosas en vez de para entendernos, a los tiranos les llamamos dictadores. Pues llamemos dictador a Franco.
Don José de la Peña pasó más de dos horas cerca de Franco cuando éste visitó el Archivo de Indias. Dice que se mostró envarado, contenido y muy cauteloso. Habló poquísimo. Y cuando le mostraron un documento en el que Carlos I concedía honores y privilegios a un descendiente de los incas, alabaron la generosidad del rey de España. Rápidamente Franco comentó: "Sí, sí. Pero Carlos I fue ingrato con los conquistadores". Después dijo: “Cuando se sublevó el conquistador Gonzalo Pizarro, el rey lo mandó matar. Los reyes suelen ser ingratos".
-¿Qué pretendió Franco con la visita?
-Que los españoles supieran que había estado en el Archivo más de dos horas interesadísimo por todo lo que le mostraron. Pero no le interesaba nada. Aguantó allí para que la prensa lo dijera y se supiera también en América.
Don José llegó a Sevilla en 1923. Aquí sólo conocía a una persona que había hecho oposiciones con él al Cuerpo de Archiveros. Era Ignacio Mantecón, dueño de la empresa que construyó la torre norte de la Plaza de España y la iglesia de la Concepción, en Nervión. Después sería presidente del Betis.
-¿Consiguió usted dar con Dios?
─Dios está muy lejano. Es un misterio. Y un misterio es algo incomprensible. He logrado dar con el prójimo. Ya sabe que "el que ama a Dios, al que no ve, y no ama al prójimo, al que ve, está mintiendo".
-¿Ha recibido algún don de ese misterio?
-Mi esposa, que es una trianera transparente donde las haya.
-¿Qué le enseñaron sus padres?
-A vivir libre de ambiciones y a saber que ser pobre con decoro es una tremenda ventaja en la vida y me convencí de ello cuando leí que Jesús, el de los Evangelios, pensaba lo mismo.
(Según el reciente Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia, Franco fue un líder autoritario, pero no totalitario)