-Usted pasó en Sevilla bastante tiempo. ¿Pensaba que la Guardia Civil no era tan competente como en otras provincias?
─Su pregunta me recuerda aquello que un hombre decía a otro: "Ten cuidado conmigo, porque yo soy muy malo para las peleas". El otro pensó que le iba a dar una tremenda paliza, pero se tranquilizó cuando le oyó decir: "Soy muy malo, porque no gano ninguna pelea". La verdad es que me vine a Sevilla porque aquí estaba el grueso de mi familia. Nosotros estamos siempre muy unidos. Vamos siempre con la familia y no tenemos razón de ser si no es con ella.
Es salmantino, se siente sentimentalmente andaluz. No comparte el feudalismo tan refinado y secular que se padece en esta comunidad. Por este motivo Eleuterio Sánchez se solidariza con los andaluces
─¿Llegó a soñar el presente que vive cuando se encontraba en el penal de Cartagena?
─Eran unos momentos tan duros que no se sueña al nivel que usted dice. Yo vivía porque lo más difícil de todo era morir. Cuando la realidad es tan terrible, uno no puede rehuirla y no se puede vivir una esperanza concreta.
─Su pregunta me recuerda aquello que un hombre decía a otro: "Ten cuidado conmigo, porque yo soy muy malo para las peleas". El otro pensó que le iba a dar una tremenda paliza, pero se tranquilizó cuando le oyó decir: "Soy muy malo, porque no gano ninguna pelea". La verdad es que me vine a Sevilla porque aquí estaba el grueso de mi familia. Nosotros estamos siempre muy unidos. Vamos siempre con la familia y no tenemos razón de ser si no es con ella.
Es salmantino, se siente sentimentalmente andaluz. No comparte el feudalismo tan refinado y secular que se padece en esta comunidad. Por este motivo Eleuterio Sánchez se solidariza con los andaluces
─¿Llegó a soñar el presente que vive cuando se encontraba en el penal de Cartagena?
─Eran unos momentos tan duros que no se sueña al nivel que usted dice. Yo vivía porque lo más difícil de todo era morir. Cuando la realidad es tan terrible, uno no puede rehuirla y no se puede vivir una esperanza concreta.
-¿Qué recuerda de su detención?
─He perdido todos los datos de esa fecha. Lo que sí recuerdo es que cuando me detuvieron, por el hecho de ser tan peligroso me llevaron al penal de Cartagena, me abrieron una celda, la celda me engulló y allí me tuvieron un año, durante el cual yo no vi a nadie ni a nada.
-¿Cuántas veces al día le abrían la celda?
─Tres veces para echarme tres cazos de rancho, pero no podía ni leer, ni escribir, ni podía comunicarme con el exterior.
─No es ningún secreto que durante su traslado al penal un funcionario del Cuerpo Superior de Policía le facilitó lectura.
─El famoso policía Castillo me regaló un libro sobre la vida de Franco. Ni lo abrí siquiera. Desde luego es que los "fachas” no tienen sentido del ridículo. Mira que regalarme un libro sobre ese hombre, después de estar yo machacado por él.
-¿Cómo fue su viaje a Cartagena?
-Había un ambiente de fiesta por parte de los que me llevaban. Se solazaban con la captura de esta alimaña que era yo. ¡Qué deprimente resulta la vida! Pienso que hay que estar muy alienado y tener muy pocos sentimientos para celebrar mi captura, para solazarse con mi detención.
-Hubo condecoraciones para los funcionarios que participaron personalmente y desde los despachos en su captura.
─Sí. Algo de eso he oído. Me sonaba que habían repartido condecoraciones, chapas y no sé cuántas cosas más. Esto es como el reparto del bestiajo muerto.
─Sin embargo, se registró cierto malestar entre los policías cuando la concesión de las condecoraciones, porque a algunos se las dieron inmerecidamente.
─Es lógico. Imagínese a los pajarracos que sobrevuelan el bestiajo putrefacto y se reparten los trozos de carne. Este trozo para ti. Aquel para mí. Luego vienen las pugnas porque un trozo es más grande que otro. Esto revela un poco la ironía y el drama de la vida.