jueves, 5 de mayo de 2011

Salvador Távora, razonablemente desconfiado

En sus muchos viajes por Europa y América por razones de trabajo, Salvador Távora siempre se ha buscado una hora para andar solo por cualquier calle desconocida del mundo. En más de una ocasión se ha sentido tan angustiado que pensaba que se iba a morir de repente. Automáticamente se echaba mano a la cartera para comprobar si tenía en regla el seguro, porque le preocupaba que el traslado de su cadáver a Sevilla no fuera tarea fácil.  ¿Saben como este gran dramaturgo se liberaba de la angustia? Lo voy a decir: cantando flamenco. La expresaba en un grito por seguirilla.

-¿Has conseguido saber vivir?
-He logrado vivir, pero no saber vivir.
-¿Lo estás aprendiendo?
-Constantemente.
-¿Qué te ayuda para esto?
-El teatro, gracias al cual conozco las reacciones que provocan en los demás mis espectáculos y las confronto con mis sentimientos, que son muy espontáneos.
-¿Por cuál de tus obras no pasan los años?
-Por Quejío, que es un llamamiento a la unidad tan necesaria hoy día.

-¿Se ha ido el público antes de tiempo durante alguno de tus espectáculos?
-En Méjico, en 1973, cuando representábamos Quejío.
-¿Qué dijo la prensa al día siguiente?
-Los periódicos de derecha “que el público se marchó porque no entendió  la obra”. La prensa de izquierda afirmó, sin embargo, que “los espectadores se marcharon porque la entendieron perfectamente”.
-¿Consecuencias?  
-Las tres funciones siguientes se abarrotaron por los hijos de los que se habían marchado, a pesar de que asistían poco al teatro por considerarlo un producto burgués.
-¿Aman tus hijos todo lo que amas tú?
-Sí., Aman  a su clase, que es la de su padre, es decir,  la clase trabajadora y  aman a su tierra, que es Andalucía.
-¿A qué aspiran?
-A lo mismo que aspiro yo: a ayudar a hacer un entorno de vida donde sea posible la realización de la persona sin imposiciones que mutilen sus deseos.
-¿A qué sigues siendo fiel?
-A mis sentimientos de niño.
-¿Qué recuerdo te acompaña desde entonces?
-El del día  que recién cumplidos los catorce años, entré en la fábrica de “Hytasa”, en el taller mecánico, como aprendiz.
-¿Con qué  te encontraste?
-Con aquella especie de ciudad con cuatro muros que me hizo sentir que entraba en algo que no tenía salida.
-¿De qué cariños venías?
-Del cariño del  profesor del colegio y del de mi familia.
-¿Te sientes más cerca de la fe o de la duda?
-Yo tengo fe en la duda, porque dudando posiblemente se acerca uno más a lo que debe ser. Por eso la duda para mí es un acto de fe.
-¿Las dudas del andaluz?
-Su futuro.
-¿Tiene explicación?
-Toda la capacidad que tiene el andaluz para asumir su historia, se debilita ante lo que puede venir. En su subconsciente funcionan muchos factores sociales que han hecho del andaluz un hombre razonablemente desconfiado.