Aquella mañana Manuel Otero Luna, al salir de la ducha inconscientemente rezó el "bendito". Es una oración que aprendió de su madre mientras lo vestía de limpio, después del baño de los sábados. Tenía 5 años. Con 17, trabajaba como camarero en el Hotel Cristina de San Sebastián. Allí, en el restaurante, unos comensales le preguntaron por su padre, que era entonces director del Hotel Inglaterra, de Sevilla, y le dieron un par de besos en las mejillas. Eran los abuelos maternos de Juan Carlos.
─¿Cuántas veces lo ha recibido en audiencia el rey?
─Tres.
─¿Franco?
─Tres.
─¿Tiene escondidas las fotos con este último?
─Así como conservo las fotos con el rey, en ninguna de las tres ocasiones me fotografiaron con Franco.
─¿Lo lamenta?
─Sí, por el recuerdo.
─¿Cómo era, al tacto, su mano?
─Muy fría. La del rey, bastante cálida.
La primera mujer de la que se enamoró Otero Luna fue Maureen O'Sullivan, la compañera de Tarzán. La olvidó, se casó y empezaron a venir los hijos en este riguroso orden: cinco niñas, un quinquenio de sequía, dos varones y otra niña (Gema). En todo este tiempo su esposa le ha oído hablar mucho de cocina pero nunca le ha visto hacer una tortilla. Pero ella sabía que su esposo, de joven, se pasó muchas horas en una cocina, al lado de un fogón, ardiéndole la barriga, cuando los fuegos no eran de gas sino de carbón.
-¿Me quiere explicar lo del”bendito”?
-Como las casas eran muy frías, mi madre llevaba al cuarto de baño la copa de cisco picón, oliendo a alhucema, con una alambrera de mimbre encima para calentar la ropa y las toallas. Nunca olvidaré ese salir del baño y envolverme en la toalla calentita, vestirme de limpio y rezar el bendito…