martes, 12 de abril de 2011

Un pregón no es un sermón

-¿Aquel señor del bigote?, pregunté a Juan Delgado Alba.
-No es Stalin, es el abuelo de mi mujer.
-Te agradezco la aclaración, porque la foto  se presta a equívocos. ¿Ese  general?
-Es Martín Prat, mi suegro, que fue  gobernador militar de Sevilla”
- ¿Y la herida de tu pie?  
-Lleva abierta varios años. Pero saldré en mi cofradía hasta que pueda.
-Como el doctor Delgado Roig.
-Sí, mi padre  hizo el recorrido hasta un año antes de morir, aquejado de cáncer.

-¿Por qué fuiste pregonero?    
 -Dicen mis amigos que yo fui un pregonero impuesto por el pueblo.
-¿Y qué dices tú?
-Que di el pregón porque soy cofrade y vivo entre cofrades.
-¿Cómo es tu cofradía?
-La del Silencio ni es cerrada ni aristocrática como dicen por ahí.
-¿Quiénes componen la  junta de gobierno?
-Dos abogados, un funcionario de Aduanas, un ex ganadero, un empleado de Juzgado, tres comerciantes, un bedel de la Escuela de ATS, etc. Yo soy el hermano mayor por la talla (1,85) y por lo que peso (90 kilos).
-¿Qué es un pregón?
-Un género literario de exaltación. No es una tesis ni un sermón, aunque requiere estudio y exige doctrina.
-¿Te lo escribieron?
-Lo escribí yo en casa y me lo aprendí en el autobús de la línea 19, camino del trabajo. Lo recitaba en silencio. Entonces, te hablo del año 1968,  yo estaba empleado en una gestoría  y ganaba 6.000 pesetas al mes.
-¿Cómo te salió?
-Decían que yo había cantado las cuarenta, porque Filiberto Mira hizo una breve reseña al estilo taurino y me contabilizó, entre grandes aplausos, aplausos, palmas y palmitas, cuarenta interrupciones. Mi pregón fue el penúltimo que se celebró en el Teatro San Fernando. EL último lo pronunció Domingo Manfredi Cano.
-¿Qué no se podía decir de ti?
-Aquello que Rodríguez Buzón comentó de algunos pregoneros: “¿Dónde aprenden estos señores estas cosas tan bonitas si  no les veo en ningún sitio cofradiero?”.
-¿Te emocionaste  cuando te comunicaron oficialmente el nombramiento de pregonero?
-No, porque ni el  alcalde, que era Moreno de la Cova, ni el presidente del Consejo General de Cofradías vinieron a mi casa como es costumbre para comunicármelo.
-¿Estaban muy ocupados?
-Se oyó decir que no me visitaron  porque el único día libre que tenía  el alcalde era un viernes de Cuaresma y yo,  por este motivo, no les podía ofrecer  jamón.
Juan Delgado Alba, con el que conversé cada vez que venía a El Correo de Andalucía con sus  colaboraciones, falleció repentinamente el  14 de mayo de 1982.
Estuve una vez en su casa. Me enseñó la fotografía que le dedicó el padre del Rey y un azulejo con el escudo de la cofradía del Silencio, al que le tenía mucho cariño.
También se sinceró:
-En 1965,  tres años antes de dar mi pregón, me  llevé un gran disgusto. El  vicepresidente del Consejo General de Cofradías me dijo confidencialmente que yo estaba  nombrado pregonero ese año y, a los pocos días,  me entero de que el entonces alcalde, Hernández Díaz, había nombrado  pregonero a monseñor Cirarda, sin contar con el Consejo.
-¿Las cofradías han tenido que ver con la política?
-Antes de la guerra había en Sevilla una cofradía que se conocía como “la cofradía de los masones”. Y durante el franquismo, a la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura  se la llamaba “la hermandad de los falangistas.” Pero la verdad es que las cofradías nunca han tenido que ver con la política.