martes, 30 de junio de 2020

Cuando su foto decoraba interiores de prostíbulos

La enfermería de aquella plaza de toros era un desastre. El comentarista taurino Felipe Zapata vio operar a un torero encima de un banco de carpintero.

El torero se salvaría gracias a la pericia del cirujano y a la penicilina que el doctor Fleming había inventado en 1928. Veinte años después este científico escocés pasó tres días en Sevilla. Una tarde estuvo en la Real Maestranza, donde vio una corrida de toros. Después de la lidia los matadores le comentaron que la penicilina había salvado la vida de muchos toreros. El científico preguntó si su invento había librado de la muerte a algunos toros.

Cuando el doctor Fleming visitó el Hospital de la Caridad escuchó las explicaciones del periodista Felipe García de Pesquera, en compañía de Gelán. Le habló del “Discurso de La Verdad” de Miguel de Mañara que tanto hizo por los demás. El discurso de la verdad del doctor Fleming se reducía a esta sinceridad: “Encontré lo que no buscaba. Mi invento fue fruto de la casualidad”.

En aquel tiempo fotos del descubridor de la penicilina estaban adheridas a interiores de prostíbulos en señal de aviso o de agradecimiento.

Ahora vivimos meses a la espera de descubrimientos científicos, aunque sean fruto del azar.