Charlábamos en su casa del Barrio de Santa Cruz. Junto a la chimenea de la sala estaba ordenada la leña para los próximos fríos. Pasaba muchos fines de semana en Sevilla. No quiso decirme quién le escogía las corbatas y camisas. Y, a preguntas mías, comentó que estaba enamorado desde hacía muchos años del Barrio de Santa Cruz y casado felizmente con la abogacía.
Antonio Pedrol Rius fue el letrado que defendió a un hombre que había robado en su casa. Se compadeció de él cuando le escribió pidiéndole perdón. Era la primera vez en la historia de la abogacía que el propio perjudicado defendía al ofensor.
Era decano del Colegio de Abogados de Madrid y presidente del Consejo General de la Abogacía. Entonces había en nuestro país 40.000 abogados. Él creía que todos tendrían trabajo siempre que el ciudadano español llamase a un abogado cuando recibiese la visita de un inspector de Hacienda.
