Aquella tarde del asalto al Congreso por
miembros de la Benemérita pensé que serían etarras disfrazados de
guardias civiles. Ideas que se tienen de pronto quizá por estar casado
con una periodista vasca. Fue lo primero que se me vino a la mente. En
aquel momento yo ponía en orden las notas que había escrito para hacer
un reportaje sobre la donación de cadáveres a la Facultad de Medicina
de Sevilla, tema que abandoné y que sigue esperando la resurrección de
los muertos. Después, cuando ya en la Redacción supimos que no eran
etarras sino guardias civiles, comenté con el director Ramón Gómez
Carrión que las relaciones del estamento militar y “El Correo de
Andalucía” no eran cordiales desde que el capitán general de la II
Región Militar, Manuel Chamorro Martínez, ordenó que se dieran de baja
como suscriptores de El Correo todas las instituciones y centros
militares de Sevilla, Córdoba, Huelva y Cádiz. Esta prohibición de que
se leyera el periódico en dichas áreas de carácter militar se remonta a
los años setenta cuando el director era el padre José María Javierre,a
quien la Hermandad de Alféreces Provisionales declaró persona non
grata. Chamorro Martínez era licenciado en Derecho y en Ciencias
Políticas y Económicas y autor de varios libros.
El temible despacho
También
le mostré a Gómez Carrión un pequeño y viejo documento que decía: “El
capitán general de la II Región Militar, de acuerdo con el dictamen del
Auditor de guerra, ha decidido el sobreseimiento de la causa instruida
al subdirector de El Correo de Andalucía, Juan Holgado Mejías, por el
presunto delito de injurias al Ejército a raíz de una entrevista
realizada por dicho periodista al ex comandante del Ejército Luís Otero
Fernández, miembro destacado de la Unión Militar Democrática”. (El
interrogatorio en el Juzgado Militar fue muy breve. Me preguntaron sólo
con qué intención había formulado yo determinada pregunta al ex
comandante Otero. Pedí tiempo para pensar la respuesta y me lo dieron)
Aquel
23 de febrero yo no me podía olvidar de que en la sede de El Correo
había un amplio despacho donde se tomaban las grandes y pequeñas
decisiones que afectaban al diario y a su plantilla. Lo ocupaba Antonio
Uceda López, consejero delegado de Editorial Sevillana, la empresa
editora de El Correo.
La persona más importante que frecuentaba el
mencionado despacho era Juan Borrero Hortal, presidente del consejo de
administración del periódico. Su hermano fue presidente de la
Diputación Provincial entre 1971 y 1978. Me refiero a Mariano, yerno de
Carrero Blanco.
Uceda era un hombre camaleónico, sin estudios
académicos, que había sido corresponsal de El Correo en Córdoba. Para
él los directores pintaban poco. Quizás por este motivo Gómez Carrión
no parecía muy nervioso ante las decisiones que tenía que tomar El
Correo aquella noche. Fue admirable el comportamiento de los
redactores. Salieron a cazar noticias aun en los sitios más vedados.
Cuando regresaron al periódico, ninguno de ellos se había convertido en
presa.
Recomiendan los psicólogos que no se debe añadir resplandor
al resplandor ni sumar turbiedad a la turbiedad. Es un consejo que va
bien al frustrado golpe de Estado y a los que supieron contarlo.
