Cuando entró en la
habitación del hotel enseguida se acordó de sus largos años de
presidiario porque la estancia que le habían reservado le pareció un
calabozo. Se enfadó y no dejó de dar voces hasta que consiguió una
con vistas al exterior.
-¿Dormirá bien esta noche?
Henri Charrier contestó: Siempre duermo bien, pero .hay cosas en la vida de las que no se puede liberar uno.
-¿Sueña con las personas a las que usted quitó la vida?
-No, porque a los tipos que maté, los maté bien.
-¿Tan experto era?
-Me refiero a que tuve suficientes motivos para hacerlo.
-¿Aconseja usted que se tome uno la justicia por su cuenta?
-No
me estoy metiendo con los actuales tribunales de justicia de Francia
sino con los de 1933 a 1948. Suponga que raptan a una hija suya, la
violan y la destrozan ¿se fiaría del tribunal que juzgase al culpable?
Tenga en cuenta que es una hija suya y no del tribunal.
-¿Han servido para algo sus críticas a la Justicia?
-Más
de un magistrado francés me ha dicho: “Después de leer su novela,
(Papillón) llevo otro ánimo al tribunal y miro de distinta manera al
que está sentado en el banquillo”
(Papillón fue traducida a
veintisiete idiomas y se han escrito varias tesis doctorales sobre la
obra. El día que conocí a Henry Charrier llevaba un anillo con una
piedra preciosa que encontró cuando regaba una tomatera en el último
presidio que estuvo . Vestía traje de pana azul y cubría su cabeza con
un gorro de astracán)