Vivía en la planta catorce de un edificio
de la localidad sevillana de San Juan de Aznalfarache. La anciana decía
que cuando, por su edad, no pudiera salir del piso, tenía la seguridad
de ver a Sevilla hasta el último momento de su vida, pues la tenía como
a sus pies. Dulce del Moral falleció el 24 de diciembre de 1996 a los
ochenta y cuatro años. La última vez que la vi comentó que siempre
había querido morir joven lo más tarde posible. Era una mujer
previsora: “Respecto a mi desaparición definitiva lo tengo muy claro.
Si me muero de pronto, me bajarán en el ascensor y pondrán el ataúd de
pie, Y si me viene una enfermedad larga e incurable, he pensado salir
por la ventana”.
-¿Lo saben tus familiares?
-No, pero sabiendo cómo soy, se lo pueden imaginar.
Dulce
y Ventura Castelló, su pareja, se conocieron en 1934 y antes de irse a
vivir juntos hicieron sus averiguaciones. Ventura quiso saber si a ella
le gustaban los perros, porque a él le encantaban, pero su madre nunca
le permitió tener perros en casa. Dulce se preocupó de indagar si él
era como los hombres de aquellos años que se sentían muy orgullosos de
tener una docena de hijos.
Las pesquisas dieron buenos resultados. A ella le gustaban los perros y él prefería ser padre de pocos hijos.