martes, 1 de marzo de 2016

Los perros y los hijos


Vivía en la planta catorce de un edificio de la localidad sevillana de San Juan de Aznalfarache. La anciana decía que cuando, por su edad, no pudiera salir del piso, tenía la seguridad de ver a Sevilla hasta el último momento de su vida, pues la tenía como a sus pies. Dulce del Moral falleció el 24 de diciembre de 1996 a los ochenta y cuatro años. La última vez que la vi comentó que siempre había querido morir joven lo más tarde posible. Era una mujer previsora: “Respecto a mi desaparición definitiva lo tengo muy claro. Si me muero de pronto, me bajarán en el ascensor y pondrán el ataúd de pie, Y si me viene una enfermedad larga e incurable, he pensado salir por la ventana”.    
-¿Lo saben tus familiares?
-No, pero sabiendo cómo soy, se lo pueden imaginar. 
Dulce y Ventura Castelló, su pareja, se conocieron en 1934 y antes de irse a vivir juntos hicieron sus averiguaciones. Ventura quiso saber si a ella le gustaban los perros, porque a él le encantaban, pero su madre nunca le permitió tener perros en casa. Dulce se preocupó  de indagar si él era como los hombres de aquellos años que se sentían muy orgullosos de tener una docena de hijos. 
Las pesquisas dieron buenos resultados. A ella le gustaban los perros y él prefería ser padre de pocos hijos.