Julio Marvizón tenía entonces
42 años y un espíritu juvenil y serio. Si le preguntabas si miraba al
cielo, te contestaba con dos respuestas. “Para una predicción a corto
plazo, sí. Pero a largo plazo no me sirve para nada”. “Estoy hablando
metereológicamente. En el sentido espiritual todos los días miro al
cielo”.
Trabajaba en el Centro Metereológico Zonal de Sevilla. Era
jefe del Negociado de Predicción. ¿Qué le digo yo a este hombre para
saber lo que gana? me pregunté en silencio. Se me ocurrió esto:
-¿Le son rentables los bancos de nubes?
-No, porque soy un funcionario con sueldo de funcionario. Y, por ejemplo, por mis colaboraciones en TVE no me pagan una peseta.
Julio
me contó que el mejor espía del tiempo era el satélite Meteosat. Pero
este espía desconoce que mi interlocutor tenía previsto robar tiempo al
sueño. Después se impuso el tema de la salud: “Me hicieron tan
estupendamente dos intervenciones quirúrgicas que las cicatrices que me
dejaron no se resienten ante un posible cambio de tiempo”.
-Los médicos entierran sus errores. ¿Y ustedes?
-A
nosotros nos cogen a tiempo. Recuerdo que una emisora sevillana
erróneamente anunció un huracán y las madres no llevaron los niños al
colegio.
-¿Ejerce en su casa?
-Sí. Cuando he aconsejado que tendieran la ropa porque no iba a llover, ha llovido.