martes, 7 de abril de 2015

Un juez avivó el fuego y un tribunal lo apagó

El magistrado Manuel Rico Lara era Juez de Peligrosidad y Rehabilitación Social en Sevilla. Había estado destinado en San Sebastián, donde asistió a clases de euskera con el escultor Eduardo Chillida y el pintor abstracto Rafael Ruiz Balerdi. Él también pìntaba y algunos domingos vendía sus cuadros en la puerta del Museo.
Sobre el delincuente joven pensaba que no era un ser angélico ya que muchas veces, por la violencia con que actúa y el menosprecio a las personas, se muestra insolidario incluso con los seres más humildes. Y menosprecia los valores democráticos más esenciales cuando quitan el bolso a una pobre mujer. Él hubiera creado una policía especializada para los jóvenes con el fin de ayudarlos y protegerlos en problemas materiales y morales y en todo género de tensiones, que sin ser delito, pueden causar la marginación de la juventud. Para Rico Lara las estafas, las quiebras fraudulentas, la evasión de capitales y los delitos urbanísticos eran formas delictuales más sutiles y peligrosas.
-¿Le han robado en la calle?
-Nunca. Y espero seguir teniendo la misma suerte.
(Le robaron la honra, que no el honor, cuando fue acusado falsamente de estar implicado en una red de prostitución de menores: el llamado “caso Arny”. La investigación policial comenzó en febrero de 1995 cuando un menor lo denunció. Ocho meses más tarde fue imputado por el Juzgado de Instrucción número 13. Estuvo sentado en el banquillo de los acusados durante 48 sesiones frente al tribunal de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, que lo absolvió el 18 de marzo de 1996).