viernes, 6 de junio de 2014

La que se hubiera armado

Carmencita Franco estuvo en El Rocío. Cuando regresó a El Pardo le contó a su padre lo bien que lo había pasado. El dictador prometió a su hija ir con ella dentro de dos años, porque no podía desplazarse antes. Esta inocente promesa llegó a oídos de un sevillano que entonces era subsecretario de Educación Popular y hombre muy prudente. Se llamaba Luís Ortiz Muñoz. Dirigía el Instituto Ramiro de Maeztu, donde daba clases de griego. En Sevilla comentó con amigos y autoridades el deseo de Franco y se armó la de Dios: pues organicemos un Rocío para su excelencia y llevémoslo a El Pardo.
Me contó el inolvidable y querido Manuel Barrios que se iba a fletar un tren completo con bueyes, carretas, “simpecados”, caballos, jinetes y flamencas. Pero al tener Franco noticias de lo que se le avecinaba, dijo que no.
El  cese de Luís Ortiz Muñoz como subsecretario de Educación Popular en julio de 1951 no tuvo connotaciones rocieras.
Era un hombre muy querido en el mundo cofradiero. Cuando en 1975 falleció, su  cadáver fue amortajado con la túnica de la Hermandad del Gran Poder y se celebró un funeral en San Juan de la Palma ante la Virgen de la Amargura. Bueno Monreal asistió.