martes, 25 de febrero de 2014

La salud de un veterano líder sindical

No se me olvida el 14 aniversario de la boda de Fernando Soto por lo extraño de su celebración. Una calurosa noche de agosto hizo un viaje desde la cárcel de Carabanchel a la de Jaén en un furgón policial. Llevaba como compañero de excursión a Eduardo Saborido. Los dos líderes sindicales iban debidamente esposados.
Fernando estuvo privado de libertad tres años, cinco meses y varios días por el “Proceso 1001”. En sus tiempos de preso, una de sus principales preocupaciones era mantenerse muy bien informado de lo que ocurría en el país. Se enteraba de casi todo. Pero tal vez no estuviera al tanto de que en las cárceles, hospitales y edificios públicos había amianto. No ocurría nada siempre que las edificaciones no se resquebrajaran y liberasen polvo de amianto. La persona que no se protegía de este tóxico ambiental, al cabo de veinte o cuarenta años, podía enfermar.
“Ecologistas en acción” piden un inventario de todo el amianto existente en España, un plan de desamiantado y aplicar el principio de que el contamine pague.
Por un gran amigo de Fernando Soto he sabido que está un poco pachucho. Y que, en los primeros momentos, el profesional o la profesional que lo atendió en la Seguridad Social se olvidó de que la salud es la gran riqueza de los pacientes. No atenderlos como se merecen es arruinarlos.