martes, 21 de enero de 2014

“En mi reino no se capa a nadie"

Don Juan Carlos de Borbón, siendo príncipe, aprendió lentamente la paciente espera; la sorpresa frente al adversario; la reserva en los asuntos; el tener preparadas soluciones de recambio en el caso de que las cosas no vayan por el camino que se había pensado; la manera de entender la historia con parsimonia, con calma; el modo de salir al encuentro de los acontecimientos con tranquilidad. Estas maniobras se las enseñó quien, en el Archivo de Indias y ante un retrato de Carlos I, afirmó que los reyes suelen ser ingratos. Se llamaba como el actual Papa y parece que sus creaciones perduran gracias a Rajoy y a su desmantelado gobierno.
Siendo Rey vino a Sevilla. Durmió en los Reales Alcázares. A la hora de desayunar oyó lo que no esperaba: el Conservador del Palacio amenazó, a voces, con capar a un ordenanza porque todavía no había traído los periódicos del día para el monarca. Éste, que entonces estaba en plena forma, le dijo: “En mi reino no se capa a nadie”. Esta expresión debe tranquilizar al juez Castro, que pronto se las verá con la infanta Cristina.  El 18 de marzo de 1995 en los Reales Alcázares se celebró el almuerzo con motivo de la boda de la infanta Elena con Jaime Marichalar.