martes, 10 de diciembre de 2013

Se sentía una mujer privilegiada

Mató a palos y sin trucos a un perro en la película “Furtivos” de  Borau, porque a la actriz Lola Gaos le reservaban papeles de mala. Quizá por su aspecto y por su voz. Cuando intervino en “El sótano”, de Jaime de Mayora, tuvo como compañero de reparto a un escritor gallego de treinta y tres años, llamado  Camilo José Cela.
─¿Qué no le  ha ocurrido todavía?
─No he estado en la cárcel; no he sido maltratada físicamente y no estoy en una situación de miseria como están bastantes españoles. A pesar de todo, sigo siendo una persona privilegiada.
─¿Hay mucho teatro en la política?
─Pienso que hay  muchísimo teatro, pero más que en la política en los políticos o, al menos, en algunos políticos.
─¿Sus ideas son claras?
─Sí. Soy una mujer de izquierda. No milito en ningún partido, pero  estoy enteramente de acuerdo con un socialismo auténtico, al que todos debemos aspirar.
─¿Estuvo usted con los brazos cruzados durante el acto de homenaje a García Lorca?
─Nunca estoy con los brazos cruzados. En la prensa española salió una fotografía en la que yo aparecía con el puño en alto.
─¿Qué guardaba entre sus dedos?
─Nada. Era el saludo de un trabajador a sus compañeros y al pueblo.
─¿Los españoles se hacen daño unos a otros?
─Bastante  y con una astucia que podría ser mejor empleada.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Novela de Manfredi a flor de piel

No sé cómo acaba la novela corta “Piel de destierro” que ha escrito Antonio Manfredi. Dejé al protagonista mirando a un adolescente que se parecía a Mario Vaquerizo y a su joven madre en el hospital “Virgen del Rocío”. Los dos esperaban ser recibidos por el dermatólogo porque padecían, como el personaje principal de la obra, una enfermedad hereditaria e incurable: la psoriasis.
Parte de la acción se desarrolla en la Sevilla triste de la posguerra con un  cardenal arzobispo obsesionado con el sexto mandamiento de la Ley de Dios. Este prelado, que se apellidaba Segura, no sabía separar el grano de la paja.
Voy por la mitad de “Piel de destierro”. Cuando la comencé, interrumpí la lectura de una novela policíaca: “El perro de terracota” de Andrea Camilleri. Acababa de cometerse un asesinato y un sacerdote decía al comisario Montalbano: “Todo crimen conlleva un mensaje, la cuestión es conocer el código de quien lo ha escrito”. Los numerosos personajes de “El perro de terracota”no padecen psoriasis. 
Me ha intrigado lo que se afirma en “Piel  de destierro” sobre  las hermandades de San Gonzalo y de Santa Genoveva: se llaman así en homenaje al general Gonzalo Queipo de Llano y a su esposa Genoveva. Intriga, secreto. Pues el secreto de la creatividad es eliminar las reglas a la hora de escribir, no el añadirlas, asegura Natalie Goldberg. Es lo que ha hecho Antonio Manfredi, cuya novela seguiré leyendo.