lunes, 2 de septiembre de 2013

Sus pestañas llamaban la atención

Dije a sor María del Rocío Cuberos: “He sabido que en este convento de clausura vive una monja que tiene unos ojos preciosos”.
-No sé que contestarle.
-Me refiero a una compañera suya que estuvo internada en el Hospital de San Lázaro.
-Ya sé, ya sé a quien se refiere.
-¿Puedo verla?
-Es que yo no le he dicho quién es. Y no comprendo a qué viene tanta curiosidad.
-Siento curiosidad por una historia que no sé si es hermosa o dramática. Usted debe saberlo.
-Fue todo muy sencillo y muy espontáneo. Una monja nuestra se puso enferma de tuberculosis y fue ingresada en el hospital que usted ha mencionado. Tenía 16  años y permaneció allí hasta los 21. Estaba siempre en su habitación como en clausura. Era ejemplar…

Sor María del Rocío calló. De momento, no interrumpí su silencio. Minutos antes la priora, madre Pilar Mielgo, le había dado permiso para que conversáramos en el locutorio número 3 del monasterio. La priora se marchó porque había sonado la campana que llamaba a las monjas al coro.
-No he exagerado sobre los ojos de su compañera.
-No. Sus ojos y sus pestañas llamaban la atención. Era tan linda que un practicante del hospital le dijo que tenía unos ojos muy bonitos. Entonces ella cogió unas tijeras y se cortó las pestañas. Esto ocurrió hace mucho tiempo.
(El  lejano día de la conversación con sor María del Rocío había en  la clausura  30 religiosas. Una de ellas, sor Margarita, era ciega de nacimiento. Disfrutaba con poder ayudar a sus compañeras al producirse un apagón de luz cuando vivían en el antiguo convento de la calle San Vicente, número 62, en Sevilla).