domingo, 24 de febrero de 2013

Rey reservado y paciente que entiende la historia con calma

Algunas virtudes que poseía Juan Carlos de Borbón:
1 La sorpresa frente al adversario. (Todavía le queda algo: pidió perdón al pueblo español por los tiros de más que había pegado, en una cacería de elefantes, junto a una amiga más que íntima).
2 La paciente espera. (Él la practicó durante muchos años. Ahora se la está inculcando a su hijo Felipe)
3 El tener preparadas soluciones de recambio en el caso de que las cosas no vayan por el camino que se había pensado. (¿Qué hará con Urdangarín, con la princesa Cristina?)
4 La reserva en los asuntos. (¿Quién sabe la verdad de su patrimonio?)
5 El modo  de entender la historia con parsimonia, con calma. (No abdica con muletas tas, ni tampoco  sin ellas, porque no quiere que, antes de tiempo, llegue la República.)

 6 La manera de salir al encuentro de los acontecimientos con tranquilidad. (Muerte del dictador;  23/F; desastre de Felipe González en sus últimos años de gobierno; la guerra de Aznar llamada también la guerra de Irak; los brotes verdes de Zapatero; el matrimonio de Felipe con Leticia y las mentiras de Rajoy, debidamente ensobradas, sin olvidar su vuelta a la infancia cuando consiguió ver hilillos de plastilina que salían del petrolero Prestige.)
Esto me lo contó, sin los comentarios entre paréntesis, José María Areilza. Político que   ejerció tres embajadas: Buenos Aires, Washington y Paris. Fue ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de la monarquía.
Según Areilza, estas virtudes las heredó el príncipe de Franco, en el sentido de que vio cómo operaba el dictador  Eran actitudes de maniobra que Franco tenía en un altísimo grado y Juan Carlos, entonces príncipe,  las aplicaba ya en su rodaje institucional.