Se acercó a don Jacinto Benavente, Premio Nóbel de Literatura, y le dijo: “Soy muy aficionado al teatro y me haría muy feliz tener un autógrafo suyo”.El dramaturgo miró al adolescente y le preguntó por su nombre. “Me llamo Máximo Crespo Galán”, le dijo. Don Jacinto escribió en la libreta a rayas de su admirador: “A la larga nos proporcionan más disgustos los que nos quieren que los que nos odian.” Máximo se quedó sin palabras.
-¿Ha sido usted en su vida el primero en algo?
-Sí.
-¿Tiene que ver con lo profesional?
Responde que no y me cuenta que fue jefe del Departamento de Repuestos de Construcciones Aeronáuticas, donde entró a trabajar como aprendiz ganando 200 pesetas al mes.
-¿Con el sufrimiento?
-Tampoco.
-¿Con la felicidad?
-Sí.
-¿Cuánto le duró?
-Un día. El día que hice la primera comunión en el convento de sor Ángela de la Cruz. Fui el primer varón al que permitieron hacerla allí. Tenía once años.
-¿En presencia de sor Ángela?
-Ella había fallecido tres años antes. Yo no la conocí, pero mi madre, sí.
-¿Qué sintió aquel día?
-Una paz muy grande en medio de las Hermanas de la Cruz.
-Cuando de mayor se lo contó a sus amistades qué le decían.
-Los amigos me preguntaban si no consideraba más feliz el día de mi boda. Yo les respondía que cuando me casé fui feliz, pero más cuando hice la primera comunión.
-Hábleme de sus padres.
-Mi padre era sastre como mis más próximos antepasados. En cierta ocasión, mi padre, al cortar un traje a medida, cometió un error en una de las mangas. Al no encontrar en toda Sevilla una tela igual, mandó la prenda a donde mejor sabían zurcir el desperfecto. Mi madre, ante el apuro de entregar la chaqueta con el zurcido al cliente, se encomendó a sor Ángela de la Cruz.
-¿Y surgió el prodigio?
-Desapareció el zurcido. La manga estaba intacta. Se enteró el pueblo de Sevilla y las autoridades eclesiásticas. Y me contaron que un trozo de la tela de la chaqueta fue colocado en la tumba de sor Ángela.
-¿Cree usted que los milagros se vuelven invisibles?
-Eso parece: sobre todo para los científicos. Allá ellos. Yo creí a mi madre.