Avisaron al cantaor Manuel Gerena que dos “secretas”, que habían asistido a su recital en el Colegio Mayor, preguntaban por él.
-No creo que a estos señores les haya molestado que yo aparezca en los periódicos fotografiado con Rafael Alberti. Le aprecio mucho y él también a mí. Está ya viejo y no hay que estropearle la esperanza, comentó a unos estudiantes que le acompañaban en la habitación que le había servido de camerino.
Antes les había hablado del mes que pasó en el calabozo por negarse a cantar en un festival en el Teatro Lope de Vega, de Sevilla, cuando hacía la “mili” en el Regimiento de Artillería:
-Colgué el teléfono a una de las organizadoras del acto, que era la esposa de un general, porque me propuso que cantara unas estrofas de García Lorca. Yo acepté, pero con la condición de que también pudiera interpretar unos versos de Miguel Hernández. “No, no, porque entonces va a resultar demasiado largo el espectáculo”, dijo ella. Le contesté que yo sólo era un soldado y no estaba obligado a cantar.
-No creo que a estos señores les haya molestado que yo aparezca en los periódicos fotografiado con Rafael Alberti. Le aprecio mucho y él también a mí. Está ya viejo y no hay que estropearle la esperanza, comentó a unos estudiantes que le acompañaban en la habitación que le había servido de camerino.
Antes les había hablado del mes que pasó en el calabozo por negarse a cantar en un festival en el Teatro Lope de Vega, de Sevilla, cuando hacía la “mili” en el Regimiento de Artillería:
-Colgué el teléfono a una de las organizadoras del acto, que era la esposa de un general, porque me propuso que cantara unas estrofas de García Lorca. Yo acepté, pero con la condición de que también pudiera interpretar unos versos de Miguel Hernández. “No, no, porque entonces va a resultar demasiado largo el espectáculo”, dijo ella. Le contesté que yo sólo era un soldado y no estaba obligado a cantar.
Manuel Gerena dobló cuidadosamente la camisa roja y el pantalón negro que usó en el recital y pidió a los estudiantes que dijeran a los “polis” que enseguida estaría con ellos.
Cuando se dirigía hacia el salón donde se encontraban los dos funcionarios, un periodista pidió al cantaor unos minutos para conversar con él. La pareja policial, por señas, le comunicó que atendiera al periodista. Este, ajeno a todo, comenzó así:
-¿Cuántos recitales da al año?
-Unos 200. Tengo ya más de tres mil recitales en el pellejo.
-¿Desde cuándo se dedica al flamenco?
-Desde hace seis años.
-¿Tenía alguna profesión?
-Era electricista.
-¿Qué tipo de cante hace?
–Uno que tengo que estar con la cabeza firme para saber lo que digo. Yo soy uno de los pocos cantaores que no tienen que beber para cantar. Y, además, quiero cantar al que está fresco.
-¿Cómo se lleva con Hacienda?
-No soy rico, porque los precios de mis actuaciones son bastante asequibles y cuando me prohíben un recital, tengo que pagar mi desplazamiento y a mi guitarrista.
-¿Dónde da más recitales en el Norte o en Sur?
-Ahora sólo puedo cantar en Barcelona y en Madrid. En el resto de España no estoy autorizado a actuar.
Uno de los secretas mostró un papel al cantaor. Este lo leyó y, asombrado, les preguntó por qué motivo venían a por el dinero que él había ganado honradamente con el recital.
Se lo explicaron y él, sin acalorarse, les negó lo que le achacaban:
-No es cierto que el noventa por ciento del dinero de mis actuaciones vaya al PCE y a Comisiones Obreras. Miren el contrato.
Los “secretas” le escucharon educadamente y de igual modo se llevaron la pasta.
El cantaor no denunció el caso, porque quizá hubiera cobrado como se estilaba en aquellos tiempos...