Sospecho que el Premio Cervantes 1984, Ernesto Sábato, doctor en Física, novelista y pintor, oye mejor por el oído izquierdo porque me hizo cambiar de sitio cuando le dije:
-He hablado con su esposa.
-¿De qué?
-De usted.
-¿Qué le ha dicho Matilde?
-Algo que, según ella, no interesa a la gente, porque no pertenece a su vida pública.
-Ella sabe mucho de mí: llevamos viviendo juntos desde hace cincuenta años, desde que éramos estudiantes.
-Me ha dicho: “Ernesto, en la trayectoria de su vida, ha sido y es un ser verdaderamente excepcional.”
-Pues yo creo que soy un ser difícil para la convivencia.
-¿Se tiene por mala persona?
-No soy ni me considero así. Siempre he luchado por causas justas. Pero vuelvo a decirle que soy difícil para la convivencia.
-¿Qué le traiciona?
-Me traicionan los nervios. Soy tremendamente nervioso.
-¿Desde cuándo?
-Desde niño. Y soy muy depresivo, porque a veces soy muy exultante y muy entusiasta y luego caigo en un pozo de depresión.
-He hablado con su esposa.
-¿De qué?
-De usted.
-¿Qué le ha dicho Matilde?
-Algo que, según ella, no interesa a la gente, porque no pertenece a su vida pública.
-Ella sabe mucho de mí: llevamos viviendo juntos desde hace cincuenta años, desde que éramos estudiantes.
-Me ha dicho: “Ernesto, en la trayectoria de su vida, ha sido y es un ser verdaderamente excepcional.”
-Pues yo creo que soy un ser difícil para la convivencia.
-¿Se tiene por mala persona?
-No soy ni me considero así. Siempre he luchado por causas justas. Pero vuelvo a decirle que soy difícil para la convivencia.
-¿Qué le traiciona?
-Me traicionan los nervios. Soy tremendamente nervioso.
-¿Desde cuándo?
-Desde niño. Y soy muy depresivo, porque a veces soy muy exultante y muy entusiasta y luego caigo en un pozo de depresión.
-¿A qué le empujó la depresión?
-A quemar las tres cuartas partes de lo que he escrito.
-¿Delante de su esposa?
-Mi mujer ha tenido que luchar a brazo partido, durante toda su vida, para preservarme…
-¿A usted y a sus libros?
-Logró que yo publicase libros, a veces estando enferma y con peligro de su vida.
-¿Qué ultima obra suya se ha salvado del fuego?
-En 1961 la novela “Sobre héroes y tumbas”. No la quemé porque se puso enferma Matilde.
-¿De qué enfermó?
-De la preocupación y de la tristeza que le produjo mi decisión de quemar la novela.
-¿Por qué es usted un pirómano de su propia obra?
-¿Que soy un pirómano de mi obra?
-Eso parece.
Sábato apaga mis palabras con una sonrisa y comenta:
-El fuego atrae a todos los seres humanos. ¿Quién no se para a ver un incendio? ¿Quién no corre a ver una gran fogata?
-¿Qué tiene el fuego?
-Algo de sagrado y fascinante.
-¿Se ha preguntado usted algo mirando las llamas?
-Siempre me pregunté cómo podía existir la profesión de bombero siendo tan peligrosa, tan ardua y tan valiente.
-¿Encontró la respuesta?
-Sí. Existen los bomberos, porque los seres humanos, a veces, cuando son mayores, guardan esa fascinación que los niños y los salvajes tienen por el fuego.
-¿Por qué se inventó el fuego eterno?
-Una cosa es ver fuego y otra cosa es ser quemado.
Ernesto Sábato miró a su esposa y le dijo:
-Me tenéis nervioso viéndoos de pie.
-¿No íbamos a comer? responde ella con ternura.
-Espérate un momentito.
-Enseguida termino, intervine yo.
-No se preocupe. ¿De qué hablábamos?
-Del fuego eterno. ¿Le gusta juzgar?
-No. Nunca he querido ser jurado de nada. Ni siquiera de ningún premio literario.
-Si a usted no le gusta juzgar, cómo hizo el informe.
Ernesto Sábato me interrumpe:
-¿Qué informe?
-El que trata sobre los crímenes de Estado cometidos en su patria por la dictadura militar y que lleva su nombre.
-Yo no lo he hecho. Lo ha realizado una comisión que tuve la desdicha de presidir porque me eligieron para esa tarea.
-¿Cómo fue la experiencia?
-Fue una responsabilidad tremenda y dolorosa.
-¿Cuánto duró?
-Nueve meses.
-Como una criatura.
-Como una criatura infernal.
-¿Nunca estuvo tan cerca del horror?
-Nunca. Tuvimos que recibir más de 50.000 páginas de testimonios: uno más terrible que el otro.
-¿Quiénes se encargaban de tomar nota de los testimonios?
-Comenzamos el primer día con unas dactilógrafas, que eran unas chicas que venían del Ministerio del Interior. Al segundo día nos pidieron por favor que las releváramos porque no podían soportar tanto horror.
Camino del restaurante sigo preguntando al autor de “El túnel”:
-¿Cuál es el bien supremo de la criatura humana?
-La felicidad, pero qué difícil de alcanzar es.
-¿Cómo es la condición del hombre?
-Dolorosa.
-¿La vida?
-Está expuesta constantemente a tribulaciones y desencuentros.
-¿En qué mundo estamos viviendo?
-En un mundo apocalíptico: la bomba atómica, las drogas, la violencia.
En la puerta del comedor del Hotel Meliá deseo buen apetito al matrimonio. Y me acordé del poeta que dijo:
“El hombre se sentará a la mesa con la mirada limpia porque la verdad pasará a ser servida antes del postre”.
Estamos viviendo en un mundo apocalíptico.