El paciente contó al doctor Manuel Trujillo Pérez-Lanzac que la relación con las mujeres se le hacía difícil tanto de día como de noche. En la cama era impotente con las que le gustaban y, sin embargo, se mostraba potente con las que no le gustaban
Al preguntarle el médico si era tímido ante la ternura de los demás, contestó que extraordinariamente tímido.
El segundo paciente de aquella mañana era una señora, familiar de un propietario de varios rascacielos en Manhatan y muy espontánea:
“Si me cura, doctor, le voy a reservar una mesa en el mejor restaurante para que coma durante un año”. fueron sus primeras palabras. Después añadió:
“¿Sabe lo que me ocurre? Algo que me aterra. Cuando voy a un restaurante no puedo comer porque temo morir ahogada con la comida y salgo huyendo. En mi casa me ocurre lo mismo, pero con menos intensidad. Como algo, en pequeños bocaditos y de pie, porque enseguida me entra la angustia. La siento en el cuello. Es como si me asfixiara. Así llevo 20 años. Creo que no tengo arreglo”.
Al preguntarle el médico si era tímido ante la ternura de los demás, contestó que extraordinariamente tímido.
El segundo paciente de aquella mañana era una señora, familiar de un propietario de varios rascacielos en Manhatan y muy espontánea:
“Si me cura, doctor, le voy a reservar una mesa en el mejor restaurante para que coma durante un año”. fueron sus primeras palabras. Después añadió:
“¿Sabe lo que me ocurre? Algo que me aterra. Cuando voy a un restaurante no puedo comer porque temo morir ahogada con la comida y salgo huyendo. En mi casa me ocurre lo mismo, pero con menos intensidad. Como algo, en pequeños bocaditos y de pie, porque enseguida me entra la angustia. La siento en el cuello. Es como si me asfixiara. Así llevo 20 años. Creo que no tengo arreglo”.
Siendo niña se sentía identificada y feliz con un tío suyo, que era muy joven y responsable. La felicidad de la criatura se esfumó en menos en un día. Se sintió muy mal cuando se enteró que su tío tenía novia. Se enfadó mucho con él. Pocas horas después su tío falleció en accidente de tráfico. Un camión le había cortado el cuello. Los que vieron el cadáver comentaban: “Tiene la garganta destrozada”. Ella empezó a creer que era la responsable de su muerte.
Pregunté al doctor Trujillo si estos dos pacientes suyos se irían de este mundo con algún secreto. Respondió que las personas se van con muchos secretos.
-¿La tarea de los psiquiatras es descubrírselos?
-No, aunque se preguntan detalles muy íntimos de la vida del paciente, incluso sobre su fantasía que, a veces, incluye la revelación de secretos que al enfermo cuesta mucho comunicar
El médico pasaba consulta en el Hospital Beth Israel, de Nueva York, donde era director de investigación del Departamento de Psiquiatría.
El vivía en el piso 18 de un rascacielos cercano a su lugar de trabajo. Se levantaba a las 6, 15 de la mañana. Una hora de “footing” y durante el desayuno ojeaba varios periódicos.
-¿Dónde hay más prisioneros de la imagen?
-En los países más libres.
Cuando en la década de los ochenta estuvo en Sevilla, notó un cambio importante a nivel privado de la gente: se podía divorciar, existía más libertad frente a los temas sexuales. Pero no se había producido lo que él esperaba: una eclosión de instituciones ciudadanas que prolongaran las libertades de los individuos.
Durante la conversación algo le hizo recordar esta vieja pintada:
“Dios ha muerto” Nietzsche.
Debajo:
“Nietzche ha muerto”. Dios.