“Yo me bañé en las aguas de Palomares, aunque algunos gilipollas dijeran otras cosas, pero hay pruebas”. Son palabras de Manuel Fraga. Se las dijo el pasado año a José Joaquín León en una interesante y sabrosa entrevista que publicó ABC.
Los gilipollas a los que alude don Manuel son los que afirmaron que el entonces ministro de Franco no se bañó, ante fotógrafos y cámaras de televisión, en Palomares, sino en otra playa almeriense sin riesgo alguno. Pues se trataba solamente de cubrir las apariencias y las partes pudendas con el bañador para tranquilizar a los españoles y a las agencias de viajes.
En los medios periodísticos españoles la puesta en escena de Fraga y el embajador norteamericano llegó a cotizarse bien. Por ejemplo un fotógrafo de “La Verdad”, de Murcia, Tomás Lorente Abellán, vendió aquella húmeda escena por 300.000 pesetas. (Trescientas mil) No se sabe qué periódico fue tan generoso con el periodista murciano.
Por aquellos días el New York Time publicó en portada a Fraga y al embajador con el agua con el agua por encima de la rodilla.
Y mientras, el gobierno español seguía en actitud genuflexa ante el país que quizá convirtió a Palomares en la zona más contaminada de España, un marinero del pueblo. Francisco Simó, pescó simbólicamente la pieza más importante de su vida. El vio caer al mar una de las cuatro bombas de hidrógeno que transportaba el “B-52”
Era Paco el de la bomba, que en paz descanse.