Ernesto Sábato miró a su esposa y le dijo:
-Me tenéis nervioso viéndoos de pie.
-¿No íbamos a comer? respondió ella con ternura.
-Espérate un momentito.
-Enseguida termino, intervine yo.
-No se preocupe. ¿De qué hablábamos?
-Del fuego eterno. ¿Le gusta juzgar?
-No. Nunca he querido ser jurado de nada. Ni siquiera de ningún premio literario.
-Si
a usted no le gusta juzgar, cómo hizo el informe sobre los crímenes de
Estado cometidos en su patria por la dictadura militar y que lleva su
nombre.
-Yo no lo he hecho. Lo ha realizado una comisión que tuve la
desdicha de presidir porque me eligieron para esa tarea. Fue una
experiencia tremenda y dolorosa.
-¿Cuánto duró?
-Nueve meses.
-Como una criatura.
-Como
una criatura infernal. Nunca estuve tan cerca del horror. Tuvimos que
recibir más de 50.000 páginas de testimonios terribles.
-¿Quiénes se encargaban de tomar nota de los testimonios?
-Comenzamos
el primer día con unas dactilógrafas, que eran unas chicas que venían
del Ministerio del Interior. Al segundo día nos pidieron por favor que
las releváramos porque no podían soportar tanto horror.
-Les deseo buen apetito.
(“Queda permitido que el pan de cada día tenga siempre el caliente sabor de la ternura”, escribió el poeta Thiago de Mello)