martes, 2 de agosto de 2011

No sabe cómo reaccionaba Suárez ante los amigos del pasado

Antes de publicar la biografía del presidente Adolfo Suárez, Gregorio Morán deseaba conversar con él. Su biografiado sabría que Gregorio Morán escribió con Juan Antonio Bardem el guión de la película “7 días de enero”, basado en la matanza de Atocha del 24 de enero de 1977: el atentado de la Alianza Apostólica Anticomunista contra un bufete laboralista del PCE en el que murieron cinco abogados.
─¿Cómo logró hablar con el presidente Suárez?
─Le escribí una carta, en la que le solicitaba una entrevista con él y si era posible, una partida de póquer entre los dos, dado que Adolfo Suárez es un buen jugador de naipes y a mí no se me da mal.
─¿Era serio lo de la partida de póquer?
─Se lo pedí seriamente, porque considero que las cartas constituyen un excelente procedimiento para conocer a las personas.
-¿Accedió?
-Antes de hablar con él, tuve varias entrevistas personales en la Moncloa con Aurelio Delgado, cuñado y secretario particular del presidente Suárez. Por fin, Aurelio Delgado me avisó por teléfono de que el presidente del Gobierno me recibiría el día 20 de septiembre a las 12 y media de la mañana.
─¿Le registraron?
─No había lugar porque la entrevista había sido concedida oficialmente. Pero la víspera del día fijado para mi encuentro con Suárez, me llamaron a las 10 de la noche desde la Moncloa, diciéndome que quedaba anulada la entrevista, porque el presidente, "por necesidades del Congreso", no podía recibirme.
─¿Desilusionado?
─No, porque esa misma noche, una hora después, me llamaron otra vez desde la Moncloa para anular la anterior llamada y adelantar la entrevista con Suárez media hora antes, es decir, a las 12 en punto del mediodía.
─¿Se conocían?
─No.
─¿Le causó usted buena impresión?
─No lo sé.
─¿Qué le pareció Suárez?
─Después de estudiar durante nueve meses al personaje, nada me llamó la atención especialmente. En la conversación me pareció un tipo simpático, que sabe encajar las preguntas, que no se pone nervioso y con un deseo enorme de alagar siempre la vanidad del que está hablando con él, quizá porque conozca que nuestro aspecto más débil, como persona, es la vanidad.
─¿Había micrófonos durante la entrevista?
─Por mi parte no suelo usar magnetófono y durante mi conversación con Suárez ni siquiera tomé notas.
-¿Cuánto tiempo hablaron?
-Dos horas y media. Yo tenía interés en hablar con el presidente, porque para mí era fundamental contrastar los rasgos generales del personaje con el propio interesado
─¿Le hizo modificar el presidente el original del libro?
─No.
-¿Para qué le sirvió la conversación?
-Solamente para hacer algunas correcciones de fechas. Tengo que decir en su honor que en ningún momento me pidió ni el texto ni las fuentes de información, cosas que, sin embargo, algunos de sus colaboradores sí lo intentaron. Y sobre este aspecto no puedo precisarle más.
─¿Llegaron a jugar una partida de póquer, como le pedía al solicitarle la entrevista?
─No fue necesario jugar a las cartas porque la conversación tuvo irónicamente los aspectos de una partida de póquer, que se caracteriza porque uno no enseña las cartas hasta el final.
─¿Jugó el presidente a la defensiva?
─No, porque las características de un político como Adolfo Suárez, en el contacto personal, no permiten nunca que juegue a la defensiva. Se muestra seguro de sí mismo, muy rápido en las respuestas y con un rasgo fundamental: su deseo de agradar al adversario.
─¿Qué tomaron durante la larga conversación?
─Nada. Suárez fumó mucho y yo también.
─¿Se le ha escapado algún aspecto de la vida del presidente?
─No tuve tiempo de investigar las relaciones que en los años 70 había entre Suárez y Altozano Moraleda, porque curiosamente Altozano fue cesado del Banco Hipotecario, según algunas fuentes, por decisión de Suárez y, según otros, por razones de edad.
─¿Para qué le hubiera servido este dato?
─Para conocer cómo reacciona Adolfo Suárez ante los amigos del pasado.
─¿De qué políticos se acuerda usted en su obra’?
─De Clavero, que es la única persona que está en condiciones de pensar en lo efímero que es el prestigio de los profesores. Y al mismo tiempo pensé en la capacidad de los dos más importantes dirigentes políticos de España: Adolfo Suárez y Felipe González, que han sido discípulos suyos.