sábado, 30 de abril de 2011

Juan Pablo II y la trombosis de Bueno Monreal

Llegan a Sevilla graves noticias sobre la salud del cardenal Bueno Monreal. Ha sufrido una trombosis cerebral. Hace frío en  la capital hispalense. Estamos a primeros de enero de 1982. El alcalde de la  ciudad, Luis Uruñuela, en nombre de los sevillanos, expresa su preocupación a las autoridades eclesiásticas de la archidiócesis.
El prelado se encontraba  en la Ciudad Eterna para visitar al  Papa en compañía de los obispos andaluces. Tenía 78 años. Cuando cumplió los 75, expresó por escrito al pontífice su deseo de renunciar a la sede hispalense, para no saltarse las normas vigentes. Así que llegó al Vaticano como Dios manda. Ya no fumaba, cuidaba su diabetes, pedaleaba todas las mañanas en su bicicleta estática antes de celebrar misa,  andaba por Sevilla a pie y dormía tranquilo.
Wojtyla y Bueno Monreal se conocieron personalmente el 15 de octubre de 1979 en el refectorio del conclave que había de elegir al sucesor del papa Juan Pablo I, muerto en extrañas circunstancias. El cardenal de Sevilla se encontraba desayunando cuando se le  acercó uno de los 110 prelados reunidos para la ocasión. En castellano y con acento extranjero dijo a Bueno Monreal:
 -Señor cardenal, hoy es el día de Santa Teresa de Ávila, fiesta de los españoles.
-Pues sí, eminencia,  respondió  el español  al entonces al cardenal de Polonia.
A la mañana siguiente, también a la hora del desayuno, el purpurado de Sevilla saludó al de Polonia con estas palabras:
-Señor cardenal, hoy celebramos a Santa Eduvigis, patrona de Polonia. Vamos a ver si nos da un buen Papa...
-Sí, señor cardenal, respondió  Wojtyla
Cuando me contaba estos detalles del cónclave don José María Bueno Monreal le pregunté si Wojtyla presentía  que él le iba a votar, me dijo que no lo sabía. Yo insistí: Pero usted le votó.
-Eso sí que no se lo puedo descubrir., respondió.
Años después, Juan Pablo II  recibió en audiencia privada al cardenal Bueno Monreal. El encuentro no tuvo el tono emocional de cuando se conocieron. El prelado hispalense le manifestó:
-Santidad, mi conciencia de obispo me impone hacerle presente que existen problemas como los del celibato, la escasez de clero y la cantidad de sacerdotes que siguen esperando la dispensa de Roma.
-Y mi conciencia de papa me impone echar a su eminencia de mi despacho.
Días después el cardenal sufrió un derrame cerebral.
Las últimas líneas sobre la audiencia papal las leyó Carlos Ros en un libro escrito por el vaticanista Giacolo Zirola y así lo publicó en un diario sevillano.
-¿El año más feliz de su vida sacerdotal?
-El que pasé en un pueblecito aragonés  de 1.300 habitantes, de buena gente y de hermosa iglesia con dos torres. Se llama Munebrega. Yo estaba recién ordenado sacerdote. Fue todo encantador. Aquel año se recogieron 60.000 alqueces de vino. Ese vino aragonés de 18 grados.
-¿A qué equivale un alquez?
-A 120 litros de vino.
-¿Lo saborea, usted?
-Yo sólo bebo zumo de frutas.