jueves, 28 de abril de 2011

Enrique García Gordillo, periodista

¿Se preguntará en estos momentos Enrique García qué circunstancias colocan a unas personas en los manuales de historia y a otros en la sombra?, como comenta Antonio García Morato. Para este autor uno de los misterios que nunca terminan de ser descifrados es el de los mecanismos de la gloria y el olvido.
Cuando Enrique García vivía muy lejos del 14 de abril  de 2010  y su fantasía no podía imaginar que ese día formaría parte de una mesa electoral instalada en  la  sede de la centenaria Asociación de la Prensa  de Sevilla me contó que…
-No olvido la tarde que Rafael Escuredo y yo nos comimos todas las habichuelas del mundo cuando su coche chocó contra un tractor, sin luces, porque Anarte, el chofer, no lo vio. Días antes, amigos suyos le habían advertido: "Cambia de conductor. Le han operado de la vista. Resérvalo para la ciudad y pon otro para los viajes en carretera". Rafael, que no quería molestar al chofer, prefirió mantenerlo, aunque su seguridad corriera peligro. El era entonces presidente de la Junta de Andalucía y yo su portavoz..
-¿Qué haces ahora?
─Ejerzo, por primera vez en mi vida, lo que estudié: la Química. Trabajo en una empresa que se dedica a la depuración de aguas, tanto potables como aguas residuales.

-¿Lo que más te duele?
-Que digan que Rafael Escuredo no es andalucista y que se aprovechó de Andalucía.
-¿Quiénes opinan así?
-Quizá los que no comprenden  que él entendía el andalucismo dentro de un proyecto de Estado.

Escudero dimitió en marzo del 84. Poco tiempo después visitó a Enrique García.  Llevaba un secreto que, de momento, no le desveló. Sólo le dijo:
-Vengo a quedarme unos días contigo.
-Muy bien, le respondió su antiguo colaborador, que entonces era subdirector de la SER en Málaga y vivía en Benalmádena, en un apartamento que daba al mar. Joaquín Durán dirigía  la emisora.
Una noche que se encontraban en la terraza Enrique y Rafael, éste  le comentó que había recibido una carta amenazadora del GRAPO; que se lo había dicho al gobernador civil Alfonso Garrido, y que el gobernador  le dijo:
-Estoy dispuesto a ponerte escolta, pero yo me quedaré más tranquilo  si te quitas un poco de en medio.
-¿Y a dónde me voy a ir?, le preguntó Escuredo.
-Pues a casa de Enrique.

-¿Dónde descubriste que te entusiasmaba la radio?
-En La Voz del Guadalquivir en un programa semanal que Benítez Salvatierra concedió a los universitarios. Yo hacía entrevistas para los informativos.
-¿Cuánto?
-Me pagaban sesenta pesetas por cada una. Pilar del Río comenzaba por aquella época.
-¿Qué llevas en el cuello?, Enrique
-Un crucifijo.
-¿De oro?
-Sí. Me lo regaló Ana, mi mujer,  en el décimo primer aniversario de boda.