Para entrar en la finca de Paco Palomino,
en Dos Hermanas, había que pasar por el control de una pareja de la
Guardia Civil que, metralleta en mano, velaba por la seguridad de la
persona con la que yo quería conversar. Tenía mis motivos. Felipe
González había dimitido pocos días antes como secretario general del
PSOE, porque en el 28º Congreso del partido sus compañeros se negaron a
renunciar oficialmente al marxismo, como él pretendía. Cuando me
permitieron pasar a la finca, él jugaba a la petanca con la gente
menuda de la casa. Era una tarde calurosa y le pregunté por sus
contrincantes:
-Pablo, mi hijo mayor, tiene siete años. Es un niño especialmente sensitivo, introvertido, muy sensible a cualquier choque de tipo emocional y con un carácter menos estable que David, que es el segundo. David es el clásico niño simpático con mucha facilidad para la relación con los demás. De María no te puedo decir nada porque tiene sólo once meses.
La niña está en brazos de Carmen, quien espontáneamente dice: “Dí en el periódico que no estoy embarazada como han publicado algunas revistas, empeñadas en que Felipe sea padre de cuatro hijos.”
-Pablo, mi hijo mayor, tiene siete años. Es un niño especialmente sensitivo, introvertido, muy sensible a cualquier choque de tipo emocional y con un carácter menos estable que David, que es el segundo. David es el clásico niño simpático con mucha facilidad para la relación con los demás. De María no te puedo decir nada porque tiene sólo once meses.
La niña está en brazos de Carmen, quien espontáneamente dice: “Dí en el periódico que no estoy embarazada como han publicado algunas revistas, empeñadas en que Felipe sea padre de cuatro hijos.”
-Tu marido ha estado en el extranjero.
-Sí, veinte días. Antes de venir tú, Felipe y yo hablábamos del tiempo que hace que no salimos de vacaciones. Él calcula que desde el verano de 1974, justamente tres meses antes de que os detuvieran. Sin embargo, yo creo que hace más tiempo, porque yo no estaba embarazada de María.
Felipe comenta: “He visitado seis países y he cogido más de cuarenta vuelos. En veinte días he hecho mucho por España y mucho por Hispanoamérica. Pero cierta prensa ha falseado la realidad, presentando mi estancia en el extranjero como un viaje de placer.”
-¿Qué puros fumas?
-Montecristos.
Carmen añade:”Y otros puros mejores, los "Cohiba", que se los manda Fidel Castro.” Felipe se queja: “Lamentablemente no se venden.”
Hubo un tiempo en que Carmen, como profesora agregada de Instituto, ingresaba más dinero en casa que Felipe, circunstancia que éste consideraba paradójica. Pero llegó el día en que él ganaba su sueldo de parlamentario, menos el descuento que ingresaba en el partido. En total, casi el doble que su esposa.
-¿En países con democracias consolidadas qué valoran de un político?
─Ni siquiera la honestidad ni la inteligencia. Quieren que no tenga problemas familiares, ni de salud, ni psicológicos, ni profesionales. Hasta este extremo llega la crueldad y la mala uva en la lucha política.
Atardece. Felipe dice a su hijo David: “Coge eso del suelo” El niño se lleva la escopeta de juguete y la deja sobre una silla, donde estaba sentado el futuro.