El periodista Manuel Benítez Salvatierra se encontraba detenido en la cárcel de Sevilla por orden del gobernador civil y jefe provincial del Movimiento Hermenegildo Altozano Moraleda, porque había escrito un artículo en el diario “Pueblo” en el que achacaba a la desidia de las autoridades la inundación del arroyo Tamarguillo, que afectó a más de 125.000 sevillanos. De nada sirvió al periodista estar afiliado a la Falange desde los 15 años, con carné firmado por José Antonio Primo de Rivera. El gobernador, miembro del Opus Dei, era monárquico. Nunca vistió la camisa de color azul y corbata negra que el protocolo de aquel tiempo exigía a cada gobernador civil en su calidad de jefe provincial del Movimiento. Altozano había hablado bien claro: “El día que me la ponga yo, se la van a tener que quitar muchos”.
Las aguas del Tamarguillo llegaron desde cercanías de la antigua estación de Santa Justa hasta la Puerta Jerez, donde alcanzaron tres metros. Sevilla era un lago, señalaban los periódicos de finales de noviembre de 1961. También inundaron la cárcel. Cuando ingresó en ella el periodista, todavía no se lo habían comunicado al juez de guardia. Se enteró del encarcelamiento cuando recibió un escrito del Jefe Superior de Policía, Antonio Neto Maestre.
Este había adoptado severas medidas de prevención, porque temía que elementos irresponsables irrumpieran en la capital, provistos de pancartas, solicitando la dimisión del gobernador civil. Las aguas del Tamarguillo llegaron desde cercanías de la antigua estación de Santa Justa hasta la Puerta Jerez, donde alcanzaron tres metros. Sevilla era un lago, señalaban los periódicos de finales de noviembre de 1961. También inundaron la cárcel. Cuando ingresó en ella el periodista, todavía no se lo habían comunicado al juez de guardia. Se enteró del encarcelamiento cuando recibió un escrito del Jefe Superior de Policía, Antonio Neto Maestre.
Años después, Nina, la hija de Salvatierra, que también era periodista, veía el paso de su padre por la cárcel un poco desdibujado en los pequeños detalles, pero muy claro en lo esencial. Para ella, la actuación del gobernador fue un abuso de poder y una manera de buscar un culpable para una situación provocada por la incompetencia de los que mandaban. Además, en el fondo, veía que Altozano Moraleda se vengó de su padre por su postura contra los miembros del Opus Dei, expresada en más de una ocasión en sus trabajos periodísticos.
Seis meses antes de la inundación del Tamarguillo, que dejó a tantos sevillanos sin hogar, el Jefe del Estado permaneció en Andalucía quince días. La visitó triunfalmente de arriba abajo. Cuando le tocó el turno a Sevilla, no esperaba la sorpresa que le había preparado Altozano Moraleda. Llevó al dictador a los suburbios de la capital y le mostró un mundo de chavolas y miserias. Aquel día el Tamarguillo estaba tranquilo.
En el viaje de regreso al palacio de El Pardo el ministro Camilo Alonso Vega, comenta Paul Preston, dijo al Jefe del Estado, que los falangistas que le habían vitoreado en Andalucía probablemente habían sido pagados para hacerlo, porque las camisas azules que llevaban puestas eran completamente nuevas y todavía tenían los pliegues originales de las cajas.
El alcalde de Horcajo de Santiago (Cuenca) ha cambiado el nombre de una de sus calles, porque los vecinos tenían problemas con el GPS. Ahora se llama José Antonio Primo de Rivera.