En Marinaleda vivía un muchacho que se llamaba Felipe, que con un megáfono y una bicicleta, recorría las calles del pueblo anunciando las asambleas o comunicando alguna novedad. Aquella tarde en el pueblo estaban pendientes de él, porque el alcalde, Juan Manuel Sánchez Gordillo, se encontraba en Madrid. Había ido con otras autoridades a pedir que levantaran un poco más la presa de Cordobilla que había en el río Genil, porque así aumentaría la capacidad del embalse y posibilitaría la puesta en riego de quince mil hectáreas.
Cuando el presidente del Gobierno Felipe González recibió en la Moncloa al alcalde y a las personas que le acompañaban les invitó a tomar lo que deseasen. Sánchez Gordillo pidió un vaso de agua. Quizá porque en aquel momento tenía sed o porque había convertido el agua en símbolo por lo del rio Genil. El presidente les prometió que les respondería a los tres meses, tiempo para que el Gobierno hiciese un estudio técnico de su petición.
Cuando el presidente del Gobierno Felipe González recibió en la Moncloa al alcalde y a las personas que le acompañaban les invitó a tomar lo que deseasen. Sánchez Gordillo pidió un vaso de agua. Quizá porque en aquel momento tenía sed o porque había convertido el agua en símbolo por lo del rio Genil. El presidente les prometió que les respondería a los tres meses, tiempo para que el Gobierno hiciese un estudio técnico de su petición.
Él alcalde regresó al pueblo. Estaba como lo dejó. Seguían viviendo los 2.500 habitantes. Sabía sus nombres, sus escaseces y sus aspiraciones. El domingo, como siempre, 200 vecinos limpiarían gratuita y voluntariamente la localidad. Un grupo de chavales organizaba una velá para las personas mayores de Matarredonda que no pudieron bajar a la feria porque está a un kilómetro de Marinaleda. Seguían abiertas las 15 tascas. Vendían vino de la misma calidad y a igual precio.
-¿Fue usted con corbata a la Moncloa?, pregunto al alcalde
-Sólo fui con la tranquilidad que da el hecho de valorar a los demás por su condición de personas y no por el cargo que tengan. Para mí tan importante es un barrendero como un presidente de gobierno.
-¿Se oyen bien las campanas de la Iglesia?
-Sí, en todo el término municipal.
-¿A qué suenan?
-A solidaridad, a unidad, a generosidad y casi siempre a vida.
-¿Qué ideas tienen ustedes con un tinto en la mano?
-Ideas de paz, aunque seamos un pueblo famoso por sus luchas y reivindicaciones.