Pedro Barrero, Rafael Manzano e Inma López, en Chicago, en la entrega del Premio Richard Drichaus |
Federico García Lorca pidió un bollo. Lo abrió por la mitad, puso dos aspirinas, lo cerró y comenzó a comérselo, porque se sentía desfallecido. Era la única manera de poder seguir escuchando al cantaor Manuel Torres. Esto lo presenció el escritor y periodista Manuel Barrios (al que Dios dé larga vida), cuando era un joven redactor de Radio Nacional de España en Sevilla. Ocurrió en la Alameda de Hércules, en el bar “Los majarones”, donde se daban cita los buenos aficionados al flamenco. García Lorca era uno de ellos.
No hay constancia de que Camilo José Cela visitara “Los majarones” cuando hizo su primer viaje a Andalucía en la década de los 50. A Cela no le caía bien Lorca ni muerto.
Cuando se cumplió el centenario del poeta estuvieron presentes en los actos conmemorativos varios colectivos de homosexuales. En aquella ocasión, Cela manifestó que si en el futuro el homenajeado fuera él, no le gustaría contar con el apoyo de gays. Y matizó:No hay constancia de que Camilo José Cela visitara “Los majarones” cuando hizo su primer viaje a Andalucía en la década de los 50. A Cela no le caía bien Lorca ni muerto.
-No estoy ni a favor ni en contra de sus reivindicaciones. Me limito a no tomar por el culo.
Después de estas palabras, resulta más creíble lo que me contó, sobre Camilo José Cela, el arquitecto Pedro Barrero Ortega, profesor del Departamento de Expresión Gráfica e Ingeniería en la Edificación, en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura.
-¿Vivió usted la historia?
-No. Se la escuché a una persona, que tiene un gran sentido del humor y una valía profesional envidiable. Me refiero al arquitecto don Rafael Manzano, ex conservador de los Reales Alcázares, hijo predilecto de Cádiz y Premio Richard Drichaus 2010, dotado con 200.000 dólares.
-Cuente.
-Cela vino a Sevilla y fue recibido por Rafael Atienza. Este señor, con buen criterio, llamó al Conservador de los Reales Alcázares, don Rafael Manzano, con el fin de que mostrase a tan importante miembro de la Real Academia de la Lengua el monumento más representativo de la arquitectura medieval española
-¿Tutea usted a Rafael Manzano?
-A don Rafael le hablo de usted, de toda la vida.
-¿Cómo resultó la visita a los Reales Alcázares?
-Cela prefirió ir a la Alameda de Hércules, famosa por sus meretrices, El quería documentarse personalmente, con vistas al libro que estaba escribiendo sobre izas, rabizas y colipoterras.
-Prostitutas para entendernos.
-Sí. Así que don Rafael Atienza, don Rafael Manzano y Cela se adentraron en la Alameda para captar el ambiente. Después se decidieron por una de las casas más confortables. La señora que regentaba el negocio les invitó a un café de puchero y a degustar visualmente la especialidad de la casa. Se trataba de una joven, que había sido debidamente aleccionada para que tratase de la mejor manera a Camilo José Cela.
-¿Café de puchero?
-Sí, sí. Muy propio de los años sesenta.
-Hubo coyunda.
-Espere La joven, para congraciarse con Cela, le preguntó cómo se llamaba. El le contestó que don Camilo. ¿Y a qué se dedica?, insistió. Soy académico de la Lengua, respondió. Qué gracioso es usted, pero qué cerdo, contestó ella. Y se disolvió la reunión.
-¡Qué putada!